El Rector Guillermo Narváez sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: educar, formar y construir futuro.
Por: La Palabra Política.
Tabasco, 12 de noviembre del 2025.
En tiempos donde el ruido político pretende opacar el trabajo real, surge una figura que, sin estridencias ni reflectores, ha sabido mantener el rumbo firme en medio del fuego cruzado del poder: Guillermo Narváez Osorio, rector de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT). Su historia no es la de un académico cualquiera, es la de un hombre que decidió transformar la educación en Tabasco desde adentro, enfrentando intereses, resistiendo golpes y apostando por el conocimiento como motor del verdadero cambio.

Desde su llegada a la UJAT, Narváez Osorio trazó una ruta clara: formar una universidad moderna, con valores, con visión y con identidad propia. Pero, como en toda estructura donde el poder se entrelaza con los intereses, no tardaron en aparecer los enemigos silenciosos: los grupos que no soportan el cambio, los que viven del caos, los que ven en la educación un terreno de control político y no de formación.

Los ataques no se hicieron esperar. Campañas mediáticas, difamaciones personales, golpes a su entorno más cercano; todo con el fin de minar su liderazgo. Pero lo que no calcularon sus detractores es que Narváez no es un improvisado. Es un político con experiencia, un estratega con temple, un académico con convicción y, sobre todo, un líder que entiende que la universidad es más grande que cualquier ambición de poder.

Y mientras los golpes arrecian desde las sombras, el rector sigue trabajando, sin ruido, sin confrontación, enfocado en lo que verdaderamente importa: la educación de miles de jóvenes tabasqueños. Esa es su trinchera, su causa y su bandera.

No es casualidad que el gobernador de Tabasco, Javier May Rodríguez, haya reconocido públicamente su labor y su liderazgo. May sabe que en Narváez hay un aliado institucional, un académico que defiende la autonomía universitaria con inteligencia, pero también con lealtad al desarrollo del estado. Entre ambos existe una relación de respeto y de objetivos compartidos: elevar la calidad educativa, fortalecer las oportunidades para la juventud y blindar a la universidad de los tentáculos políticos que tanto daño le han hecho en el pasado.

En la arena del poder, Narváez se ha convertido en un blanco porque su trabajo incomoda, porque demuestra que aún dentro de un entorno envenenado por la lucha de intereses, se puede ser honesto, eficiente y comprometido. Es un rector que no se doblega, que no cede ante presiones, que entiende que la educación no puede ser rehén de los apetitos partidistas.

Los que buscan fracturar su proyecto olvidan algo esencial: la comunidad universitaria está con él. Estudiantes, maestros, investigadores, personal administrativo… todos reconocen su liderazgo, su apertura y su capacidad de gestión. Lo arropan porque saben que detrás de las cortinas de la calumnia hay un trabajo real, tangible, visible.

Guillermo Narváez Osorio es, sin duda, el rector que resiste entre los lobos del poder. El que prefiere construir antes que destruir. El que cree que la educación debe ser el centro de las transformaciones y no un botín político. En tiempos donde la difamación se confunde con la crítica, él representa la serenidad del liderazgo auténtico, ese que no necesita gritar para hacerse escuchar.
Porque en Tabasco, mientras algunos conspiran y otros observan, Guillermo Narváez sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: educar, formar y construir futuro.


