El mayor enemigo de Morena hoy, es Morena.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 5 de agosto del 2025.
Hay silencios que dicen más que cualquier discurso. Hay miradas entre políticos que no requieren palabras, solo gestos que se entienden como advertencias, como advertencias de guerra. Y esa guerra ya comenzó dentro del mismo movimiento que prometía ser distinto a todo. Sí, Morena, el partido que nació del hartazgo, de la esperanza, de la voluntad de un solo hombre que con su fuerza política arrastró multitudes, hoy se enfrenta a sí mismo.

Y no lo decimos nosotros. Lo dijo, con tono sereno pero firme, el Diputado Federal Ricardo Monreal Ávila, uno de los pocos dentro del movimiento que todavía se atreve a decir lo que muchos piensan pero no se atreven a pronunciar. Morena está fracturado, y no por la oposición, sino por sus propias entrañas. Por la ambición desbordada de sus propios cuadros. Por el deseo irrefrenable de los grupos internos por controlar los espacios de poder que están por definirse.
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Los análisis que en La Palabra Política hemos venido trazando no eran exageraciones ni elucubraciones. Eran advertencias. Monreal solo vino a confirmarlo con palabras que duelen porque vienen desde adentro: el partido está dividido, y no es una simulación. Las pugnas internas, los recelos, las venganzas disfrazadas de estrategias, las traiciones sutiles o descaradas, ya están al centro de la escena. La guerra por las candidaturas ya no se oculta, ya no se disimula.

Desde que Andrés Manuel López Obrador dejó el poder, Morena dejó de tener una voz que impusiera orden. Y eso se nota. No se siente una mano firme, ni siquiera una voluntad colectiva para mantener la cohesión. Se esperaba que Luisa María Alcalde o el propio Andrés Manuel López Beltrán marcaran rumbo, al menos en lo simbólico. Pero el vacío pesa. No hay liderazgo. No hay cohesión. No hay una narrativa que vuelva a encender esa llama que alguna vez encendió la Cuarta Transformación.

Y no es una crítica desde la nostalgia. Es una crítica desde la realidad. El poder desgasta, y más cuando se reparte entre muchos que solo miran por sí mismos. Porque eso es lo que pasa: cada grupo dentro de Morena jala agua para su molino, sin importar si eso parte en dos —o en más— el movimiento que prometía regenerar la vida pública.

Ya no importa el proyecto de nación. Lo que importa es el cargo, el espacio, la influencia. Las bases se sienten traicionadas. Las comunidades que votaron con esperanza no entienden por qué sus líderes ahora se lanzan golpes bajos entre sí. Se pelean más entre ellos que contra sus adversarios reales. Y mientras tanto, el legado de López Obrador se debilita no por la oposición, sino por la ambición.

¿Dónde está Morena? ¿En qué momento dejó de ser un movimiento y se convirtió en un campo de batalla entre caudillos que, paradójicamente, llegaron ahí hablando de justicia, de pueblo, de principios?

La historia es cíclica, pero también cruel. Morena está en ese punto donde los ideales se chocan con la realidad del poder. Donde la verticalidad del liderazgo que lo mantenía firme ya no existe, y el caos comienza a reinar.

Si no hay una figura que unifique, si no hay un liderazgo que ponga orden, si no se regresa al origen, Morena podría terminar devorándose a sí mismo. Y no por errores externos, sino por traiciones internas.
El mayor enemigo de Morena hoy, es Morena.