Política

Los Huérfanos del Poder: La Hora Final del Lopezobradorismo.

La historia de los huérfanos del poder apenas comienza, y como en toda tragedia, no habrá héroes.

Por: La Palabra Política.
CDMX, 12 de agosto del 2025.

En política, el poder es un dios celoso: ama mientras sirves, pero te olvida en cuanto ya no eres útil. Durante seis años, un puñado de hombres y mujeres caminó por los pasillos del Estado mexicano con la certeza de que nada ni nadie podría tocarlos. Gobernadores, senadores, diputados, alcaldes, empresarios; todos ellos unidos por un hilo invisible que conducía hasta la mano del hombre que ocupaba Palacio Nacional. No importaba si sabían o no del cargo, si entendían o no la función: lo único que se les pedía era lealtad ciega. Así lo dijo él mismo en sus mañaneras, con ese tono que mezclaba advertencia y cariño: “Confío más en su lealtad que en su experiencia”.

Palacio Nacional, donde se gesto el verdadero poder del lopezobradorismo.

Ese círculo íntimo se convirtió en una hermandad blindada. Cada pieza del tablero —el SAT, las aduanas, la seguridad nacional, las comunicaciones, las obras insignia— estaba custodiada por alguien del grupo. Pactos en la penumbra, acuerdos no escritos, promesas selladas con la palabra del jefe. Nada quedaba fuera de su alcance.

Pero el poder, como la marea, siempre retrocede.
Y hoy, los otrora intocables despiertan con un frío nuevo: el del abandono. La llegada de Donald J. Trump a la Casa Blanca no fue sólo un cambio de gobierno en Estados Unidos; fue la irrupción de un depredador en un corral que hasta hace poco parecía infranqueable. Washington ha dejado claro que ya no habrá contemplaciones. La lista negra, esa de la que pocos quieren hablar en voz alta, lleva nombres y apellidos de personajes que ayer se fotografiaban sonriendo en la antesala de Palacio Nacional.

Donald J. Trump, presidente de los Estados Unidos.

El águila calva ya no observa desde el cielo: sobrevuela bajo, rozando las fronteras, oliendo sangre. Su objetivo es claro: los operadores políticos, financieros y logísticos que —según la acusación americana— sostuvieron pactos con el narcoterrorismo, movieron dinero sucio, facilitaron rutas de fentanilo y armaron redes de influencia en las sombras.

Y de pronto, los que se sentían herederos del obradorismo se descubren huérfanos. Sin el manto presidencial, sin la mano que interceda, sin el teléfono que, con una llamada, detenía cualquier investigación. Ya no hay protección, ni cobijo, ni ese blindaje que durante un sexenio los hizo caminar con paso firme y mirada altiva.

El famoso teléfono rojo de Palacio Nacional, que dejo de contestar llamadas de corrupción e impunidad.

Algunos ya entendieron que el tiempo de resistir se acabó. Como capos acorralados, están tocando la puerta del gobierno de Estados Unidos para negociar. Quieren ser testigos protegidos, quieren entregar piezas del rompecabezas antes de que otro lo haga primero. Y en esa carrera por salvar el pellejo, no dudarán en entregar a quienes hasta ayer llamaban “hermanos”.

Ovidio Guzmán se convirtió en testigo protegido del gobierno de los Estados Unidos, a cambio de información que desmembre al narcoterrorismo mexicano.

Así es la política: un festín donde todos comen, pero donde tarde o temprano la música se detiene y alguien tiene que pagar la cuenta. El lopezobradorismo se construyó como un bloque monolítico, pero su fortaleza dependía de un solo hombre. Sin él en el poder, lo que queda es un archipiélago de náufragos buscando desesperadamente una tabla donde flotar.

Y en ese naufragio, los pactos se rompen, las lealtades se diluyen, y la palabra empeñada se cambia por un boleto de avión al exilio o una nueva identidad bajo la sombra de la justicia americana. La historia de los huérfanos del poder apenas comienza, y como en toda tragedia, no habrá héroes; sólo sobrevivientes.

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