Construir un cortafuegos para que la metástasis de los narco-pactos no termine por devorar su administración.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 14 de julio del 2025.
En el complejo entramado del poder en México, la pregunta más importante siempre es: ¿dónde reside la lealtad del presidente? En el caso de Claudia Sheinbaum Pardo, la respuesta parece cada vez más clara y, para algunos, brutalmente incómoda. Su lealtad no está con la sombra de Andrés Manuel López Obrador, no pertenece a la maquinaria de MORENA y, desde luego, no responde a los intereses del gobierno de Estados Unidos. La brújula de la Presidenta, según sus primeras y contundentes señales, apunta en una sola dirección: los ciudadanos de México.
Y esta no es una declaración poética. Es una postura de supervivencia política ante una verdad que explota en la cara del país: la existencia de narco-políticos infiltrados hasta la médula del sistema. Durante años fue un secreto a voces, un susurro en los pasillos del poder. Hoy, la caja de Pandora se está abriendo, impulsada en parte por la retórica sin filtros de un Donald J. Trump de regreso en la Casa Blanca, cuyas acusaciones sobre pactos oscuros en México resuenan con una realidad cada vez más difícil de ocultar.
“México está gobernado en gran parte por los cárteles del narcotráfico”.
Donald J. Trump
Presidente de los Estados Unidos Americanos
18/02/2025
Las investigaciones, las filtraciones y los hechos confirman que para llegar al poder, algunos actores dentro del partido gobernante hicieron acuerdos inconfesables con el crimen organizado. Crearon monstruos que ahora no saben cómo controlar.
Es en este campo minado donde la declaración de la Presidenta Sheinbaum retumba con la fuerza de un portazo: ella no meterá las manos al fuego por nadie. Ni por compañeros de partido, ni por gobernadores, senadores o diputados. El mensaje es una advertencia, una línea roja trazada en la arena. Quien tenga pactos con el crimen, que se atenga a las consecuencias, porque el escudo del poder presidencial no lo cubrirá.
Esta postura no es una ruptura. Demuestra que su lealtad no es con los militantes que la aplauden, sino con el pueblo al que juró servir. No es leal a los acuerdos que la llevaron al poder, sino al mandato de pacificar y limpiar el país.
Para muestra, un botón que todos en el sureste conocemos bien: Tabasco. El propio gobernador, Javier May, de extracción morenista, ha puesto el dedo en la llaga al exponer cómo el grupo criminal “La Barredora” no solo se gestó, sino que se consolidó y se escondió bajo el amparo de la administración anterior, también de MORENA. Este acto de valentía (o de cálculo político, da igual) ejemplifica la tesis: sí, hay grupos e integrantes de MORENA coludidos. Y sí, hay otra facción dentro del mismo partido dispuesta a exhibirlos y cortarlos de raíz.
La labor de la Presidenta de México es, por tanto, titánica. Su principal desafío no es la oposición, sino la quinta columna dentro de sus propias filas. Tiene la misión de blindar su gobierno, de construir un cortafuegos para que la metástasis de los narco-pactos no termine por devorar su administración y, con ella, las esperanzas de un país.
Claudia Sheinbaum se enfrenta a la soledad del verdadero poder: la de tomar decisiones que la enemistarán con los suyos para serle fiel a todos los demás. Su éxito o fracaso no dependerá de cuántos megaproyectos construya, sino de su capacidad para demostrar que su única lealtad, la que definirá su legado, es y será siempre con los mexicanos.
