La mentira más grande de la 4T es haber vendido esperanza mientras pactaba con la podredumbre del sistema que decía combatir.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 9 de septiembre del 2025.
En política, las palabras pueden construir sueños o esconder pesadillas. El sexenio de Andrés Manuel López Obrador se levantó sobre un discurso magnético: la “Cuarta Transformación”. Un proyecto que prometía soberanía, honestidad y justicia social. Sin embargo, conforme pasan los meses de la nueva administración de Claudia Sheinbaum, la realidad empieza a mostrarse cruda, incómoda y peligrosa: la herencia de López Obrador está llena de grietas, contradicciones y verdades a medias que hoy pesan como un lastre.

La narrativa de la soberanía fue una de las banderas más repetidas desde Palacio Nacional. Se nos dijo que México no se subordinaría a nadie, que la política exterior estaría marcada por la dignidad y la no intervención. Sin embargo, los hechos cuentan otra historia. El gobierno de Estados Unidos, con Donald Trump primero y ahora bajo nuevas administraciones, mostró con hechos que su injerencia en la política mexicana es real, palpable, directa. Migración, narcotráfico, lavado de dinero, fentanilo y huachicol se convirtieron en cartas de presión sobre la mesa bilateral. ¿Dónde quedó aquella soberanía prometida? ¿Dónde, aquel orgullo nacionalista que se aplaudía en mítines y mañaneras?

El caso del huachicol en la Secretaría de Marina es un ejemplo doloroso y revelador. Altos mandos coludidos con el crimen organizado, marinos de alto rango entregando complicidad a los cárteles. Cuando en Washington levantaron la voz y exigieron resultados inmediatos, quedó claro que las denuncias ya no eran solo de analistas o de opositores. La instrucción fue tajante: “limpien la casa, o lo haremos nosotros”. Y días después, estallaron las revelaciones: oficiales de SEMAR vinculados a redes de corrupción y robo de combustible. La mentira se desmoronó frente a la presión internacional.

Este es solo un ejemplo de la cloaca que se destapó. El discurso de la honestidad valiente terminó contrastando con los reportes de colusión entre militares, políticos y gobernadores con el crimen organizado. El relato de la “transformación” que enamoró a millones de mexicanos se enfrenta hoy con la crudeza de informes que exponen redes de corrupción, pactos oscuros y silencios cómplices.

Claudia Sheinbaum no puede ser responsabilizada de esta herencia. Ella no pactó, no firmó ni fue arquitecta de ese entramado. Pero la historia la puso en el papel más complejo: limpiar la casa después de un sexenio que maquilló realidades y escondió verdades. La presidenta enfrenta un reto mayúsculo: gobernar con temple, con carácter, pero también con la claridad de que ya no hay espacio para simulaciones. “Caiga quien caiga”, dice desde las mañaneras del pueblo. Y ese será, quizás, el punto de quiebre que defina no solo su sexenio, sino el futuro de Morena y de la política mexicana.

La presión de Estados Unidos es real y no se va a detener. La 4T prometió independencia, pero el peso de la geopolítica, del narcotráfico y del dinero ilícito desnudó la fragilidad de esa promesa. La presidenta deberá gobernar con una mano firme hacia dentro y con otra dispuesta a negociar hacia afuera. Porque la soberanía no se declama, se construye con instituciones limpias, con seguridad confiable y con gobiernos que respondan a su pueblo antes que a poderes criminales.

La mentira más grande de la Cuarta Transformación es haber vendido esperanza mientras pactaba con la podredumbre del sistema que decía combatir. Hoy, el mito se derrumba y la realidad golpea con fuerza: lo que heredó López Obrador no es un país transformado, sino un país vulnerable, infiltrado y manipulado. El costo de esas falacias lo pagarán los mexicanos, y el desafío de barrer la casa entera recae ahora en Claudia Sheinbaum. Si no rompe de raíz con esa herencia, la 4T quedará registrada en la historia no como una transformación, sino como la farsa más costosa de la política mexicana.