Política

Entre sombras y lealtades: Clara Brugada y el Gobierno que Resiste.

La Jefa de Gobierno está entre la tormenta y la esperanza. Entre la lealtad y la verdad.

Por: La Palabra Política.
CDMX, 5 de agosto del 2025.

Clara Brugada no llegó a Palacio con ingenuidad. Sabía perfectamente el terreno que pisaba. Sabía, como pocos, que gobernar la Ciudad de México no es solo mandar, sino resistir. Y resistir con inteligencia, con fuerza emocional, con paciencia quirúrgica. Pero ni la experiencia, ni los años de lucha territorial, ni el respaldo popular, la blindaron del torbellino que comenzó a girar apenas puso un pie en el poder.

Clara Brugada Molina, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Su inicio no fue suave. Fue tempestuoso. El Palacio de Gobierno se convirtió en una casa con paredes que escuchan, que hablan solas, que filtran decisiones, que empujan cuchillos en la espalda cuando nadie mira. La verdadera oposición de Clara Brugada no está del otro lado de la ciudad. No está en el PAN ni en sus alcaldes. No tiene cara de derecha ni pancartas en la calle. Su oposición está adentro, en los pasillos donde se cierran puertas y se abren traiciones. Su enemigo está dentro de casa.

Palacio de Gobierno de la Ciudad de México.

Desde el primer día, Clara supo que gobernar sería caminar sobre un campo minado. No por errores propios, sino por la carga de pactos viejos, de acuerdos heredados, de cuotas de poder que hoy cobran su precio. El poder no se hereda limpio, viene con manchas, con promesas hechas a oscuras, con fantasmas que se sientan en la misma mesa donde se toman las decisiones.

El mensaje para le Jefa de Gobierno, fue muy claro.

Ella y su equipo lo saben. Y lo sienten. Las presiones, las trabas, los movimientos sociales disfrazados de inconformidad ciudadana que, en realidad, tienen un claro sello de grupos internos afines a otros liderazgos de Morena. No quieren que avance. No quieren que consolide el proyecto que ella imaginó. No quieren que tenga paz.

Aun así, Clara Brugada trabaja. Resuelve. Camina. Enfrenta problemas complejos sin escándalo, con temple, como quien sabe que no hay otra opción que aguantar la tormenta para ver salir el sol. Pero algo le falta: el músculo político con el que soñó. La fuerza que imaginó tener al llegar a la jefatura de gobierno no está completamente a su lado. Las piezas que debían ser soporte, hoy son peso. Las manos que deberían construir, hoy siembran incertidumbre.

¿En qué momento cedió demasiado? ¿Qué acuerdos cerró que hoy son cadenas? Solo ella lo sabe. Pero hay señales. Hay decisiones que no llevan su sello. Hay acciones de gobierno que no parecen suyas. Hay silencios incómodos que revelan que no todo está en sus manos.

Y sin embargo, hay una verdad que sigue viva: Clara Brugada no es una improvisada. Es una mujer con historia, con calle, con formación. Ha caminado con el pueblo y conoce la fuerza del barrio, la sabiduría de lo colectivo. Esa experiencia es su mayor capital. Pero si no rompe pronto con las cadenas invisibles que hoy le atan el gobierno, si no enfrenta a los fantasmas que caminan por los mismos pasillos que ella, el proyecto por el que luchó podría diluirse en la guerra interna que hoy erosiona su mandato.

No hay peor lucha que la que no se da. Y Clara lo sabe. Tarde o temprano tendrá que tomar una decisión que defina su gobierno: seguir tolerando las presiones internas y ser rehén de los pactos pasados, o romper con todo eso, arriesgarse y gobernar con libertad, con firmeza, con el rostro limpio ante la ciudad que confió en ella.

Clara está entre la tormenta y la esperanza. Entre la lealtad y la verdad. Y en ese cruce de caminos se juega no solo su gobierno, sino su legado. Porque la historia no recuerda a quien administra bien en la sombra, sino a quien se atrevió a enfrentar la oscuridad y gobernar con luz.

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