La Secretaria de Cultura construye puentes invisibles entre generaciones, entre pueblos, entre artistas y ciudadanos.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 209 de julio del 2025.
En un país donde muchas veces se ha confundido el desarrollo con el cemento y el progreso con el concreto, Claudia Curiel de Icaza camina al revés de todos. Donde otros buscan cifras, ella busca acordes. Donde otros alzan monumentos, ella levanta canciones. Donde otros gritan discursos, ella escucha versos. Porque antes que funcionaria, es mujer de arte, y antes que política, es habitante del espíritu.

No cualquiera entiende que la cultura no se gobierna, se respira. Se baila. Se pinta. Se canta. Y se cuida como se cuida un poema antiguo o un rezo indígena. Claudia Curiel lo sabe. Por eso no llegó a la Secretaría de Cultura del Gobierno de México a sentarse tras un escritorio, sino a abrir las ventanas y dejar entrar la música de los pueblos, el murmullo de las montañas, el eco de los abuelos.

El arte como columna vertebral de la nación.
En medio de un país que es un mosaico de lenguas, danzas, tambores y telares, Claudia Curiel ha entendido que el arte no es adorno, es estructura. No es lujo, es necesidad. No es espectáculo, es sustancia. Su visión no es la del gestor frío que mide el valor de una canción en números, sino la de la mujer sensible que sabe que una comunidad sin arte es una comunidad sin alma.
Porque cuando ella habla de cultura, no lo hace con tecnicismos, lo hace con emoción. Como quien recuerda una melodía que escuchó en su infancia. Como quien baila porque no puede evitarlo. Como quien escribe porque el corazón no le cabe en el pecho.

“Nuestra visión: la cultura como un lugar de arraigo, de reconocimiento, de descubrimiento y encuentro, de especial promoción de lo colectivo.”
Claudia Curiel de Icaza
Secretaria de Cultura del Gobierno de México
Una pasión que no se improvisa.
Su recorrido al lado de la ahora Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no es improvisación, es destino. Durante años, Claudia Curiel ha sido voz, sostén, guía y promotora del arte, tanto en escenarios como en calles, tanto en salones como en comunidades. Y hoy, desde el cargo más alto de la cultura en el país, ha decidido no olvidarse de los de abajo, de los que crean desde el silencio, de los que hacen arte sin saber que están haciendo historia.
Porque ella sabe que el verdadero México no está solo en los museos, sino en los altares de Día de Muertos, en las manos que bordan en Chiapas, en las danzas que estremecen Guerrero, en los tambores de Oaxaca y en las canciones que arrullan a un niño en lengua maya o zapoteca.

La cultura como trinchera y como abrazo.
Claudia Curiel no llegó a administrar la cultura como se administra una oficina. Llegó a levantarla como se levanta una casa para todos. Su mirada no es la de quien busca luces en los teatros de élite, sino de quien quiere iluminar el país entero, desde las comunidades originarias hasta los jóvenes creadores que luchan por un espacio donde expresarse.
Ha salido al rescate de los sectores olvidados, los que fueron relegados a las bodegas del olvido durante décadas. Les ha devuelto voz, recursos, escenarios, oportunidades. Les ha dicho con hechos que el arte es derecho, no favor.

Claudia Curiel: la reformadora silenciosa.
No se proclama revolucionaria, pero está reformando los cimientos de lo que entendemos por cultura en México. No busca reflectores, pero sus acciones iluminan rincones que llevaban décadas en penumbra. Su liderazgo no se impone, inspira. Y su proyecto no se grita, se siente.
En una nación que ha sido parida entre canciones y levantada con pinceles y danzas, Claudia Curiel está escribiendo una nueva página del libro cultural mexicano, con respeto al pasado y compromiso con el futuro.

El alma de un país también necesita ministra.
Hay secretarios que construyen puentes de acero. Claudia Curiel construye puentes invisibles entre generaciones, entre pueblos, entre artistas y ciudadanos. Porque entiende que la cultura no es solo lo que nos distingue, es lo que nos une. Y que protegerla no es una tarea burocrática, es un acto de amor.
Y eso, en los tiempos que corren, es un gesto profundamente revolucionario.
Porque hay gobiernos que construyen obras. Y hay gobiernos que reconstruyen el alma de un país. En el México de hoy, Claudia Curiel de Icaza está haciendo lo segundo. Y lo está haciendo con la música del corazón, la danza de la justicia y la pintura de la esperanza. Como lo haría una verdadera artista. Como lo haría una verdadera mexicana.