El mensaje de la Alcaldesa es claro: la oposición puede gobernar, y puede hacerlo bien.
Por: La Palabra Política.
Cuauhtémoc, CDMX 1 de octubre del 2025.
En la arena política de la Ciudad de México, la Cuauhtémoc siempre ha sido mucho más que una alcaldía: es el epicentro del poder, el escenario donde se juegan las grandes batallas y se escriben las historias que marcan el rumbo del país. Desde 1997, cuando la izquierda capitalina se consolidó con López Obrador al frente del antiguo Distrito Federal, esta demarcación se convirtió en territorio intocable para las fuerzas opositoras. Hasta que apareció un nombre que incomodó a los poderosos y desafió a la hegemonía: Alessandra Rojo de la Vega.

La hoy alcaldesa de la Cuauhtémoc no llegó a un gobierno de mieles ni de aplausos fáciles. Llegó a un campo minado, lleno de fantasmas del pasado, de inercias políticas enquistadas y de grupos de poder que no perdonan perder el control de la demarcación más simbólica de la capital. Y, sin embargo, en apenas un año de gobierno, Alessandra ha demostrado que no sólo sabe resistir, sino que sabe gobernar con carácter, con visión y con la fuerza de quien entiende que el servicio público es para transformar, no para obedecer a padrinazgos.

La ruptura de un mito.
La narrativa que construyó la izquierda capitalina durante décadas parecía imbatible: “en la Cuauhtémoc no se pierde”. Con el PRD primero y con MORENA después, el control político parecía asegurado con recursos, estructuras y un aparato clientelar que se movía como maquinaria bien engrasada. Pero Alessandra Rojo de la Vega rompió ese mito. Ganó en las urnas, y lo hizo sin derroches obscenos, sin los presupuestos gigantescos de la hegemonía, sin la sombra de un caudillo detrás. Ganó con el respaldo ciudadano, con una campaña de cercanía, con una narrativa fresca que convenció a quienes estaban cansados de más de dos décadas de lo mismo.

Ese triunfo fue más que una elección ganada: fue la prueba de que la hegemonía de la izquierda capitalina no es invencible. Ni los recursos, ni la maquinaria de Estado, ni el monrealato con todo su peso pudieron evitar que la oposición irrumpiera en el corazón de la Ciudad de México.
Gobernar entre sombras y resistencias.
Ganar fue apenas el primer paso. Gobernar es otra batalla. Y Alessandra lo sabe. Su llegada a la alcaldía estuvo marcada por el reto de limpiar la casa, de arrancar las telarañas políticas y administrativas heredadas desde 1997. La corrupción, los contratos oscuros, los intereses enquistados y las resistencias burocráticas no desaparecen de un plumazo. Pero ahí está ella, empujando un nuevo proyecto de gobierno que busca darle a la Cuauhtémoc una cara distinta: más limpia, más segura, más cercana a la gente.

“Hoy dejamos de ser espectadores y nos vamos a convertir en protagonistas de nuestra propia historia”.
Alessandra Rojo de la Vega
Alcaldesa de la Alcaldía Cuauhtémoc en la CDMX.
No ha sido sencillo. Las resistencias políticas son feroces. MORENA y sus brazos mediáticos no perdonan la derrota y han convertido a la alcaldesa en blanco de ataques constantes. Pero la estrategia de Rojo de la Vega no es la confrontación vacía: es la acción. Espacios públicos recuperados, calles más limpias, proyectos de seguridad en proceso y una narrativa clara: se puede gobernar bien desde la oposición.
Una nueva visión en construcción.
Alessandra Rojo de la Vega no vende ilusiones fáciles. Reconoce que falta mucho por hacer y que el proceso es lento, pero deja claro que ya empezó. La renovación de la Cuauhtémoc está en marcha. Su liderazgo, aún en consolidación, se proyecta como un contrapeso político real en una capital acostumbrada a un solo color.

Hoy, con un año de gestión, Alessandra se ha ganado un lugar en la conversación nacional. Es parte de una nueva generación de mujeres que entienden la política como servicio, no como botín. Ha demostrado que se puede romper con inercias, gobernar sin padrinos y construir confianza desde la cercanía con la comunidad.
La señal para el futuro.
Más allá de los logros concretos, el mensaje de Alessandra Rojo de la Vega es claro: la oposición puede gobernar, y puede hacerlo bien. La Cuauhtémoc es hoy un laboratorio político donde se ensaya un modelo distinto de gestión, lejos de los vicios de las hegemonías.
Y ese es quizá el mayor mérito de la alcaldesa: haber convertido lo que parecía imposible en una realidad. Contra todos los pronósticos, contra todas las estructuras, contra todos los fantasmas del pasado, Alessandra no sólo ganó, sino que está gobernando con carácter, firmeza y visión.

En un país cansado de las mismas caras y las mismas historias, Alessandra Rojo de la Vega representa renovación, acción y esperanza. Y eso, en el tablero político de México, es mucho más que un triunfo: es un nuevo capítulo que apenas comienza.