El Gobernador Armenta está demostrando que la política se hace caminando, no arrodillándose.
Por: La Palabra Política.
Puebla, 27 de agosto del 2025.
En política hay quienes llegan con discursos huecos y promesas fáciles, y hay quienes pisan tierra firme desde el primer día. Alejandro Armenta Mier, gobernador de Puebla, pertenece al segundo grupo. No llegó a administrar inercias, llegó a cimbrar estructuras. Su gobierno no se escribe con palabras al viento, sino con hechos que, en poco tiempo, han comenzado a redibujar el mapa político y social del estado.
Armenta no gobierna en automático ni con piloto heredado. Ha entendido que su misión va más allá de administrar Puebla: le corresponde construir el segundo piso de la Cuarta Transformación, un proyecto que pocos mandatarios estatales han sabido alinear en sintonía real con la Presidenta Claudia Sheinbaum.

Romper privilegios, despertar fantasmas.
El costo de gobernar con convicción siempre se paga caro. Desde que asumió el poder, Armenta ha tocado fibras que parecían intocables. Ha puesto fin a privilegios enquistados en grupos empresariales, políticos e incluso facciones internas de su propio partido. Se trata de élites que durante años vivieron bajo la sombra del poder poblano y que, al ver amenazados sus intereses, hoy conforman un frente opositor disfrazado de voces críticas.
No es casual que la guerra mediática contra su gobierno tenga como trincheras a los mismos consorcios comunicativos que crecieron en los tiempos de la tecnocracia, cuando la riqueza se repartía entre unos cuantos y se les negaba a los muchos. El ataque no es ideológico, es patrimonial. Quieren conservar lo que por décadas fue suyo, aun cuando eso signifique ir en contra del progreso de Puebla.

Armenta frente al asedio.
El gobernador sabe que no enfrenta una simple oposición, sino una ofensiva con tintes personales. Sus adversarios no han dudado en cruzar límites, incluso intentando golpear a su entorno familiar. Pero lejos de retroceder, ha respondido con temple. Esa es quizá la diferencia más clara entre un político tradicional y un líder con proyecto: uno se defiende, el otro construye.
Armenta sigue caminando, porque su palabra empeñada con el pueblo no se negocia. La visión de su proyecto “Pensar en Grande” no es un eslogan, es una hoja de ruta que busca devolverle a los poblanos un estado con desarrollo, con oportunidades y con justicia social.

Un gobierno que ya tiene dueño: el pueblo.
En menos de un año, Armenta ha dejado claro que Puebla no se gobierna para grupos de élite, sino para la gente que durante décadas fue relegada. Su administración ya no pertenece a los pasillos del poder tradicional, sino a las colonias, a los barrios, a las comunidades que exigen agua, seguridad, movilidad, educación y salud.
Ese es el núcleo de la batalla: la disputa entre un modelo de privilegios que se resiste a morir y un proyecto que se debe a la gente. No es casualidad que Armenta incomode; incomoda porque desmonta viejos pactos, porque cuestiona herencias, porque rompe cadenas de poder que parecían perpetuas.

Alejandro Armenta está demostrando que la política se hace caminando, no arrodillándose. Construir el segundo piso de la 4T no es sencillo en un estado con tantos intereses enraizados, pero su fortaleza radica en que entiende que Puebla ya no se debe a unos cuantos. Su apuesta es clara: un gobierno para el pueblo y por el pueblo.
El tiempo dirá si los ataques logran doblegarlo, pero hasta ahora, su paso ha sido firme. Y en esa firmeza hay un mensaje: los fantasmas del pasado pueden gritar, pero ya no deciden el futuro de Puebla.