Porque la política, como bien lo demuestra la Presidenta Osuna, no debería medirse por lo que se dice, sino por lo que se construye.
Por: La Palabra Política.
Centro, Tabasco 28 de agosto del 2025.
En la política mexicana pocas veces los hechos hablan con tanta contundencia como lo hacen ahora en el municipio de Centro, Tabasco. Lejos del discurso vacío, de la retórica que promete y no cumple, la presidenta municipal Yolanda Osuna Huerta ha demostrado que los compromisos se honran con resultados tangibles. Su trabajo ha roto con la inercia de gobiernos locales que se limitan a administrar problemas. Ella, en cambio, ha transformado realidades.

La entrega del Premio Nacional a la Gestión Integral del Agua, otorgado por la Revista Alcaldes de México, no es solo una medalla que engalana una administración; es un símbolo de confianza ciudadana y un recordatorio de que la política, cuando se ejerce con visión y liderazgo, puede garantizar derechos humanos básicos como el acceso al agua potable.

No hablamos de pequeñas obras. La magnitud del acueducto Usumacinta y la planta potabilizadora Carrizal II, que juntos benefician a más de 411 mil personas, revela un proyecto de transformación de fondo. Con una inversión cercana a los 1,200 millones de pesos, lo que está en juego no es únicamente infraestructura, sino la seguridad hídrica de Villahermosa y de sus comunidades rurales colindantes. Osuna Huerta no solo gestionó obras: gestionó futuro.

En un país donde los premios suelen confundirse con adornos políticos, este reconocimiento tiene un valor distinto. Aquí no se premió un discurso bien dicho ni una promesa mediática; se premió una política pública concreta, con resultados verificables, con un impacto directo en la vida de la gente. Se premió la capacidad de una mujer que ha sabido entender que gobernar es más que administrar: es garantizar derechos.

Lo más revelador de este logro no es el galardón en sí, sino lo que simboliza: el regreso de la política a su esencia más pura, la de servir al ciudadano. Yolanda Osuna Huerta entendió que el agua es mucho más que un servicio público; es un pilar de justicia social, es salud, es dignidad, es desarrollo económico. Garantizar agua potable no es un lujo: es un acto de equidad y de visión de Estado.

En un México marcado por la desconfianza hacia sus gobernantes, casos como el de Centro son una excepción luminosa. Mientras muchos políticos utilizan el poder como trampolín personal, aquí vemos a una presidenta municipal que coloca su capital político en el lugar correcto: en la obra pública que cambia la vida de la gente.
El Comité Editorial de Alcaldes de México, en su exhaustiva valoración, no premió a una persona, sino a un modelo de gestión. Premió la capacidad de diseñar e implementar proyectos de gran escala que responden a necesidades reales, urgentes y legítimas. Premió el compromiso político convertido en realidad tangible.

Hoy, la figura de Yolanda Osuna Huerta se agiganta no solo como presidenta municipal, sino como símbolo de liderazgo femenino que inspira confianza en la política mexicana. Su gestión demuestra que, cuando se gobierna con visión, la política puede dejar de ser sinónimo de corrupción o indiferencia, para convertirse en una herramienta de justicia y bienestar.
Este reconocimiento nacional es, en el fondo, un reconocimiento al derecho de los tabasqueños a vivir mejor. Y ahí radica la verdadera trascendencia de este premio: no en el galardón entregado, sino en la transformación lograda.
Porque la política, como bien lo demuestra Yolanda Osuna Huerta, no debería medirse por lo que se dice, sino por lo que se construye. Y en Tabasco, el agua hoy no solo corre por los ríos: corre también como símbolo de esperanza, de dignidad y de transformación.