En la política mexicana siempre se ataca al eslabón más fuerte.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 30 de abril del 2025.
En la cartografía interna de MORENA ha aparecido un nuevo punto caliente: Andrés Manuel López Beltrán. Hijo de la épica obradorista y carta de sucesión implícita, López Beltrán encarna hoy el objetivo más visible de las facciones morenistas que se disputan espacios de poder. No es solo el “hijo del primer transformador de México”, sino el eslabón más fuerte que Andrés Manuel López Obrador legó al movimiento: un puente entre pasado y futuro, con nombre propio y vínculo directo al expresidente
Esta fortaleza heredada lo ha convertido en blanco de una cacería silenciosa. Bajo el velo de las redes sociales y columnas afines a poderes neoliberales, circulan filtraciones, rumores y montajes mediáticos que buscan erosionar su imagen. Lo más inquietante es que buena parte de ese material proviene de salidas de información desde el mismo interior de MORENA —¿qué mejor traición que la de un Judas en la mesa?—.
¿Por qué esta guerra alevosa? Porque López Beltrán, en su breve paso por la arena política, ha construido estructuras de base que muchos en la cúpula consideran amenaza directa. Su carisma juvenil, su habilidad para tejer alianzas con gobernadores, alcaldes y líderes sociales de todo el país, y su proyecto de sumar diez millones de miembros nuevos a las filas del partido le han conferido músculo real. No en abstracto: cuadros activo, recursos movilizables, simpatía intacta.
Así, a pocos meses de arrancar su proyecto de afiliación masiva, Andy López Beltrán ha tenido que esquivar no solo a la prensa adversa, sino también a celotipias internas. Los vetos en comités, la paralización de candidaturas locales y las filtraciones de su vida privada son capítulos de una misma estrategia: desarmarlo antes de que consolide su propia base de poder.
Pero en medio de esta tormenta, hay una contraofensiva emergente: López Beltrán ha endurecido su discurso, sacudido los cimientos de las tribus y presentado un paquete de propuestas para transparentar las afiliaciones y blindar las elecciones internas. Con un mensaje de unidad auténtica, reta a sus adversarios a medir fuerzas en la cancha del trabajo comunitario, donde sabe que su acumulado de empatía pesa más que cualquier artimaña.
“Amor, con amor se paga”.
Andrés Manuel López Obrador
Ex presidente de México.
La lección política para MORENA es clara: cuando un partido se divide, sus enemigos —externos y, peor aún, internos— encuentran la grieta para socavar el edificio. Si las tribus no pactan una tregua, este pulso terminará por fracturar al movimiento, transformando la herencia obradorista en un campo de batalla de egos y venganzas.
Andrés Manuel López Beltrán, por su parte, entra en la fase decisiva de su carrera: demostrar que la lealtad real no se construye en la sombra de un apellido, sino en la luz de un compromiso renovado. Si logra tejer alianzas más allá de su origen —con legisladores, gobernadores y bases ciudadanas—, no habrá campaña de desprestigio ni filtración dolosa que lo derrote. Porque, al fin y al cabo, en la política mexicana siempre se ataca al eslabón más fuerte… hasta que ese mismo eslabón demuestra que su fuerza viene de la gente, no solo del linaje.
En este choque de voluntades, López Beltrán tiene la ventaja del viento a favor: su legitimidad brota de quienes creen que MORENA aún puede renovarse sin renunciar a su esencia. Y mientras sus contrincantes afilan puñales mediáticos, Andy trabaja en silencio para convertir la oposición interna en un trampolín, no en una tumba. El reloj está en marcha: o MORENA resignifica su unidad, o será la primera víctima de la cacería contra su heredero.
