La pregunta que queda es si MORENA tiene el valor de enfrentar su propia traición
Por: La Palabra Política.
CDMX, 6 de diciembre del 2024.
El reciente señalamiento del senador Gerardo Fernández Noroña sobre la corrupción dentro de MORENA no solo es un golpe al partido, sino también una traición a los millones de mexicanos que depositaron su confianza en el proyecto de la Cuarta Transformación. Estos actos de corrupción que, según Noroña, van desde los niveles municipales hasta las altas esferas del gobierno federal, no son fallos aislados, sino síntomas de una enfermedad sistémica que amenaza con desmantelar los ideales que dieron origen al movimiento.
El pacto roto con los mexicanos.
MORENA llegó al poder como un rayo de esperanza, prometiendo transformar a México desde sus cimientos y acabar con la corrupción que por décadas saqueó al país. En su momento, Andrés Manuel López Obrador personificó esta promesa, con una narrativa que resonó profundamente entre los sectores más vulnerables y desencantados del sistema político tradicional.
Sin embargo, los actos de corrupción que hoy se denuncian al interior del partido no solo contradicen estos principios, sino que representan una traición directa a los mexicanos que creyeron en el proyecto. MORENA no solo está fallando a López Obrador, sino a todo un país que apostó por un cambio real.
La corrupción: ¿vicio o estrategia?.
El problema no radica únicamente en que existan prácticas corruptas, sino en que estas parecen haberse convertido en una herramienta de control político dentro de MORENA. El nepotismo, el tráfico de influencias y el uso discrecional de recursos no son solo desviaciones éticas, sino mecanismos para consolidar el poder de ciertos grupos al interior del partido.
Esta dinámica es especialmente evidente en la selección de candidatos y funcionarios. En lugar de privilegiar el mérito y la cercanía con las bases, MORENA ha optado en muchos casos por el compadrazgo y los favores políticos, generando un clima de descontento y desconfianza. Los casos emblemáticos de imposiciones y favoritismos, como el ocurrido en Emiliano Zapata, Tabasco, o las luchas internas en Puebla, son solo una muestra de cómo el partido ha perdido el contacto con la realidad ciudadana.
El silencio cómplice de la dirigencia.
La dirigencia de MORENA, lejos de asumir una postura autocrítica, ha optado por el silencio o, peor aún, por justificar lo injustificable. Este comportamiento no solo refuerza la percepción de que el partido se aleja de sus principios, sino que también erosiona su legitimidad ante la ciudadanía.
En un movimiento que se presentó como el defensor del pueblo, la falta de rendición de cuentas no puede ser vista como un descuido. Es, en el mejor de los casos, un acto de omisión, y en el peor, una complicidad deliberada con los mismos vicios que prometieron erradicar.
La traición a López Obrador.
López Obrador construyó la Cuarta Transformación con base en principios claros: honestidad, austeridad y justicia social. Para él, la lucha contra la corrupción no era una estrategia electoral, sino el eje rector de su gobierno. Que hoy MORENA permita y tolere actos corruptos en sus filas no solo es una traición a sus principios, sino un desdén hacia el legado del expresidente.
López Obrador, con todos sus defectos, representó una ruptura con la política tradicional. Su movimiento fue el canal por el cual millones de mexicanos expresaron su hartazgo con el sistema. Sin embargo, MORENA parece estar replicando las mismas prácticas que tanto criticó en el pasado, poniendo en riesgo el legado de quien fuera su principal impulsor.
Un abismo peligroso.
La corrupción dentro de MORENA no solo es una traición a López Obrador, sino un atentado contra el pacto social que lo llevó al poder. Cada acto corrupto es un golpe a la credibilidad del partido y una oportunidad para que las fuerzas opositoras recuperen terreno.
Si MORENA sigue por este camino, no solo corre el riesgo de perder la confianza de los ciudadanos, sino de convertirse en otro partido político más: uno que traicionó a su base, que se corrompió por el poder y que terminó siendo un obstáculo para el cambio que prometió.
¿Hay esperanza para MORENA?
El futuro de MORENA depende de su capacidad para redimirse. Esto no será posible si no se reconocen y enfrentan los problemas de raíz. Es necesario que el partido implemente una purga interna, que sancione a los responsables de actos corruptos y que reconstruya su conexión con las bases sociales que lo llevaron al poder.
La pregunta que queda es si MORENA tiene el valor de enfrentar su propia traición. Porque, si no lo hace, el sueño de la Cuarta Transformación no será más que eso: un sueño roto, sepultado bajo el peso de la corrupción y la incongruencia. Y esta vez, los mexicanos no perdonarán.