El Gobernador de Nuevo León ha sabido sentarse a la mesa con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
Por: La Palabra Política.
Nuevo Léon, 9 de septiembre del 2025.
La política mexicana pocas veces concede espacio a los perfiles jóvenes. Por tradición, los liderazgos que llegan a gobernar un estado han atravesado décadas de pasillos partidistas, pactos y negociaciones. Samuel García Sepúlveda rompió con ese molde. A su corta edad, alcanzó la gubernatura de Nuevo León bajo la bandera de Movimiento Ciudadano, demostrando que el electorado también busca frescura, autenticidad y nuevas narrativas en sus representantes.

Pero más allá de la anécdota generacional, lo relevante es la evolución que ha mostrado. Samuel García llegó al poder acompañado de la percepción de ser un político disruptivo, cercano a las redes sociales, pero con poca experiencia en los engranajes de la política nacional. Hoy, tras más de la mitad de su mandato, ha dejado ver que su estilo no solo se construye de imágenes digitales, sino de una creciente capacidad para dialogar, pactar y asumir con seriedad el ejercicio del poder.

Su madurez política se observa en la forma en que ha entendido la relación con la federación. Gobernar un estado como Nuevo León —motor industrial, financiero y comercial del país— exige más que discursos estridentes: demanda acuerdos, cercanía con la presidencia y canales de cooperación que trasciendan colores partidistas. A pesar de militar en un partido de oposición, Samuel García ha sabido sentarse a la mesa con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, comprendiendo que el bienestar de Nuevo León no puede construirse en el aislamiento ni en el enfrentamiento permanente.

Ese aprendizaje lo coloca en un lugar distinto al joven político que irrumpió con audacia en las elecciones. Hoy se muestra como un gobernador que entiende la importancia de tender puentes, de conciliar intereses y de navegar en el complejo mar de la política mexicana sin perder su identidad ni la de Movimiento Ciudadano. La habilidad para combinar su frescura con la formalidad de los pactos institucionales lo convierten en un actor que ya no juega a la política, sino que la ejerce con oficio.

Sin embargo, la prueba definitiva está en el horizonte: demostrar que su gobierno trasciende los reflectores y entrega resultados tangibles a los ciudadanos. Las próximas elecciones estatales medirán si su paso por la gubernatura representa una verdadera alternancia con resultados o solo un capítulo llamativo en la narrativa política del país.

Lo cierto es que Samuel García se ha convertido en uno de los rostros más visibles de la oposición, un político joven que, más allá de las polémicas, ha sabido leer los tiempos, ajustar su estrategia y avanzar hacia un liderazgo con madurez. Movimiento Ciudadano tiene en él un activo valioso, no solo para Nuevo León, sino para la construcción de un proyecto nacional.