La lucha por el poder es un juego de máscaras y traiciones, donde la integridad se sacrifica en el altar del oportunismo.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 27 de febrero del 2025.
En la inmensidad del sistema político de México, donde la ambición y la astucia parecen reinar sin cuestionamientos, emerge la figura del Diputado Ricardo Monreal Ávila como un testimonio viviente de la supervivencia en la política. Conocido por su habilidad para navegar en las turbulentas aguas del poder, Monreal se ha forjado una carrera que, aunque criticada y cuestionada en diversos foros, revela una cruda realidad: en la política mexicana, no existen manuales de ética ni principios morales inamovibles; lo que prevalece es la capacidad de actuar, de manipular y de adaptarse.

El Arte de Permanecer en el Poder.
Ricardo Monreal Ávila ha sido, para muchos, el arquetipo del político que ha aprendido la enciclopedia del poder. Desde su posición como Coordinador de los Diputados de MORENA en la Cámara de Diputados, ha demostrado que el control del sistema se construye a base de alianzas estratégicas, pactos discrecionales y, sobre todo, una habilidad casi innata para leer y aprovechar el entorno político. Su carrera es un compendio de maniobras calculadas, donde cada movimiento se da con la frialdad y precisión de un verdadero “lobo de mar”.
Mientras los críticos se centran en señalar la ausencia de principios éticos, Monreal ha dejado en claro que, en la arena política, el juego se trata de supervivencia y de posicionamiento. El verdadero poder, según su ejemplo, se gana en el trasfondo, no en los discursos públicos ni en las declaraciones grandilocuentes. Es en la negociación silenciosa, en la formación de alianzas inesperadas y en la habilidad para sortear las corrientes cambiantes de la opinión pública donde él brilla.

Entre la Ley y la Política: Una Carrera sin Manual de Ética.
Lo que muchos desconcierten es que la política, en México, rara vez se rige por códigos morales inmutables. En este contexto, figuras como Ricardo Monreal Ávila se han destacado por seguir un manual tácito que, lejos de los principios nobles, es un compendio de estrategias de supervivencia. Su trayectoria, influenciada por el estilo clásico del PRI, muestra que la política es un juego de simulaciones y actuaciones, donde el que logra engatusar a los ciudadanos y posicionarse como “salvador social” es el que se mantiene en el poder durante años.
Los críticos acusan a Monreal de ser un oportunista, un político que ha sabido adaptarse a los tiempos y que, a través de maniobras discretas y a menudo poco transparentes, ha logrado escalar posiciones. Sin embargo, es innegable que su conocimiento y experiencia son amplios, y que ha dejado una marca imborrable en el sistema legislativo. Lo que se juzga como falta de ética es, para él, simplemente el precio a pagar por la permanencia en un sistema donde los vicios del poder se repiten una y otra vez.

El Precio del Poder: Una Reflexión Cruda.
La carrera política de Monreal es un espejo que refleja la realidad más cruda de la política mexicana. En un país donde los políticos cambian de partido y venden su lealtad a conveniencias personales, Ricardo Monreal Ávila se ha destacado como un sobreviviente, un actor que ha aprendido a “nadar” en aguas turbulentas. Su ejemplo es una lección para aquellos que sueñan con una política basada en ideales y principios inquebrantables: la realidad es otra, y en el juego del poder, la única constante es la lucha por el control.
Las maniobras de Monreal, sus alianzas estratégicas y su capacidad para manipular los acuerdos dentro del Congreso demuestran que la política mexicana se ha convertido en un arte de la simulación, donde el verdadero poder se ejerce en las sombras y no se rinde a los dictados de la ética tradicional. Es un sistema en el que el respaldo de la opinión pública se construye a base de imágenes cuidadosamente orquestadas, mientras las verdaderas negociaciones se llevan a cabo lejos de la mirada del ciudadano.

El Legado de un Político sin Manual.
En el vasto y complejo panorama político de México, Ricardo Monreal Ávila es, sin lugar a dudas, uno de los ejemplos más claros de cómo se juega el poder en un sistema que no se rige por ideales inmutables, sino por la capacidad de adaptarse, de negociar y de sobrevivir. Mientras algunos abogan por una política basada en la ética y la moral, la realidad demuestra que el camino hacia el poder se recorre mediante estrategias pragmáticas, pactos ocultos y una astucia que desafía los principios tradicionales.
La figura del «lobo de mar» que es Monreal no solo cuestiona la integridad del sistema político mexicano, sino que invita a una reflexión profunda: si el poder se gana vendiéndose a conveniencias, ¿cuál es el costo real para la sociedad? Y es en esa pregunta, dura y sin concesiones, donde reside la verdadera crítica al poder que se perpetúa a expensas de la ética y del bienestar común.
El legado de Ricardo Monreal Ávila es, entonces, una advertencia y una lección: en la política mexicana, la lucha por el poder es un juego de máscaras y traiciones, donde la integridad se sacrifica en el altar del oportunismo. Y mientras la sociedad mexicana anhela un cambio genuino, el desafío es claro: transformar ese sistema, romper el ciclo de la corrupción y construir una política que, finalmente, sirva al pueblo y no a los intereses de unos pocos.