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Por Qué la Presidenta no es, ni Será, una Copia de AMLO.

Claudia Sheinbaum Pardo está forjando su propio legado.

OPINIÓN
José R. Rodríguez Jiménez.

CDMX, 28 de julio del 2025.

“No soy igual a Andrés Manuel López Obrador”. La frase, pronunciada por Claudia Sheinbaum Pardo desde que asumió la presidencia, ha sido interpretada por muchos como mera retórica, un intento de calmar a los mercados o de marcar una sutil distancia. Pero a casi un año de su llegada a Palacio Nacional, los hechos demuestran que no era un eslogan de campaña, sino el manual de operaciones de su propio gobierno. Quienes insisten en la comparación y en la idea de un “maximato”, simplemente, no están poniendo atención.

La diferencia más drástica y definitoria se encuentra en la estrategia de seguridad. El estigma de los “abrazos, no balazos” fue borrado desde el primer día. La orden girada a su Secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, fue clara: recuperar la rectoría del Estado y combatir al crimen organizado con inteligencia, pero con toda la firmeza. La nueva “Estrategia de Seguridad Nacional” ha significado un giro de timón, enfocándose en desmantelar las estructuras criminales y dejando atrás la política de contención que marcó el sexenio anterior.

La prueba de fuego de esta nueva doctrina es su política de “cero impunidad”, y el caso de “La Barredora” en Tabasco es el ejemplo perfecto. Lejos de cobijar o proteger a miembros de su propio movimiento salpicados por pactos con el crimen, el gobierno de la presidenta Sheinbaum ha permitido que las investigaciones federales avancen, caiga quien caiga. Ha enviado una señal inequívoca a toda la clase política, incluyendo a la de MORENA: el manto de la 4T no será un escudo para delincuentes.

Este carácter se refleja también en su forma de gobernar. La Presidenta no es una polemista; es una ejecutora. Teje puentes con los gobiernos de oposición no porque sea una exigencia del guion, sino porque entiende que los problemas del país, como la salud o la seguridad, requieren soluciones de Estado, no batallas ideológicas.

Heredó un país convulso, con un desorden visible y palpable en muchos rubros. Pero en lugar de buscar refugio en el discurso fácil de culpar al pasado —un recurso del que se ha abusado hasta el cansancio en la política mexicana—, ella enfrenta los problemas de frente. “Toma al toro por los cuernos”. No se pierde en excusas ni en la grilla interna de su partido para justificar la falta de soluciones.

Quizás su fortaleza más notoria es su pulcritud y ecuanimidad política. Sus adversarios la han querido empujar a la confrontación con su mentor, a realizar señalamientos en contra del expresidente López Obrador, esperando una fractura que puedan capitalizar. Pero ella ha demostrado una inteligencia y un carácter superiores, ofreciendo respeto al pasado, pero dejando claro que su única responsabilidad es con el presente y el futuro de México.

Claudia Sheinbaum Pardo está forjando su propio legado. Un legado que, a un año de gobierno, se define por la acción sobre el discurso, por la firmeza sobre la polarización y por los resultados sobre la retórica. Quienes aún no ven la diferencia, es porque no quieren verla. La Presidenta tomó el timón, y está marcando un nuevo rumbo.

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La Palabra Política

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