Pepín no falló. Fallaron los que debían cuidarlo y protegerlo.
Por: La Palabra Política.
Tabasco, 18 de mayo del 2025.
En el convulso escenario político de Tabasco, José Ramiro “Pepín” López Obrador, actual Secretario de Gobierno, se ha convertido en el centro de una tormenta mediática que ha cruzado fronteras. Funado por medios locales, nacionales e incluso internacionales, el hermano del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido objeto de duras críticas tras unas declaraciones desafortunadas que, sin embargo, deben ser interpretadas con un lente más amplio, más justo, y más profundo.

Pepín no es un político de salón, es un líder de calle. Un hombre forjado en el lodo de las causas sociales, curtido en el calor del pueblo, en el lenguaje franco, directo y sin ornamentos que caracteriza al edén tabasqueño. Su verdadero valor —y lo que lo llevó a la Secretaría de Gobierno de la mano del gobernador Javier May— no está en su retórica refinada ni en su capacidad para esgrimir discursos impecables. Su poder está en otra parte: en la calle, en la plaza, en el diálogo con los sectores sociales que nadie más logra contener, mucho menos escuchar.
Y ese capital social —que es real, tangible y poderoso— no puede ser opacado por un traspié mediático. Lo que ocurrió no fue un acto de insensatez individual, sino el resultado de una falla sistémica en el engranaje que lo rodea. Un secretario de Gobierno, más aún uno como Pepín, necesita un equipo que lo potencie, que lo proteja, que entienda su naturaleza, sus fortalezas y, sobre todo, sus áreas de oportunidad. Lo que vimos esta vez fue lo contrario: un equipo de asesores ausente, desconectado, que no supo prevenir ni contener una situación comunicacional predecible.

Pepín no es un orador entrenado. No es un político tecnócrata. No es de discursos, es de hechos. Pero eso lo hace vulnerable ante los medios, más aún en una era donde una frase mal dicha se convierte en meme, y un video mal editado en juicio mediático. Su equipo debió estar ahí para prever ese riesgo, entrenarlo, orientarlo, protegerlo. Y no lo hicieron. Fallaron.
Hay que decirlo con claridad: el error no fue del Secretario. Fue del equipo que lo asesora y maneja su imagen pública. Un equipo que, por omisión o por inexperiencia, dejó solo al líder social en la arena de los lobos. En estos tiempos de exposición permanente, de juicios sumarios en redes sociales, un líder social como Pepín necesita estructura, estrategia y comunicación inteligente. No se le puede dejar improvisar, no se le puede soltar sin dirección.

El costo ha sido alto. No sólo por el golpe mediático, sino porque se desdibujó lo que realmente importa: que José Ramiro López Obrador es un operador social eficaz, un pacificador natural, una figura con llegada a los sectores que otros no alcanzan. El gobierno de Tabasco lo necesita, pero necesita también que esté bien acompañado, bien resguardado. Porque el fuego del liderazgo popular necesita de quienes sepan contenerlo, canalizarlo, y traducirlo políticamente.
Este episodio debe ser un llamado de atención para el gobernador Javier May y para toda la estructura de gobierno en Tabasco. No se trata de sacrificar al secretario, sino de fortalecer su entorno, profesionalizar la Secretaría de Gobierno y, sobre todo, construir un blindaje comunicacional que le permita hacer lo que mejor sabe hacer: liderar desde la entraña del pueblo, no desde el teleprompter.

Pepín no falló. Fallaron los que debían cuidarlo. Y en política, cuando se deja solo a un líder en medio de una tormenta, no sólo se debilita una figura: se fractura un proyecto. Que esta sea la última vez. Porque Tabasco necesita a José Ramiro entero, enfocado, respaldado y blindado. No crucificado por errores ajenos.