Política

Octavio Romero Oropeza: El Operador Silencioso que Incomoda al Poder.

Primero fue Adán Augusto López Hernández, otro tabasqueño, otro leal.

Por: La Palabra Política.
CDMX, 16 de octubre del 2025.

En la política mexicana hay personajes que se exhiben y otros que se mueven en las sombras. Están los que hablan frente a los reflectores, y los que los encienden desde atrás del telón. Octavio Romero Oropeza pertenece a esta segunda categoría. Discreto, reservado, leal hasta el tuétano, pero con un peso político que incomoda, que molesta, que estorba a quienes ansían mover las piezas del tablero de la Cuarta Transformación.

Ing. Octavio Romero Oropeza, director general del INFONAVIT.

Su nombre no grita, pero resuena. No se le ve en mítines ni busca micrófonos; sin embargo, su firma, su palabra y su presencia pesan más que muchos discursos. Fue —y sigue siendo— uno de los hombres más cercanos a Andrés Manuel López Obrador. No sólo lo acompañó en su travesía política desde Tabasco, sino que se convirtió en su estratega, su operador y su confidente. Y eso, en el México del poder, tiene un costo.

Porque el poder no perdona la cercanía.
Y hoy, Octavio Romero Oropeza está en la mira.

Años de lucha, de batallas para llegar a las máximas del poder mexicano.

Desde su paso por PEMEX, lo han querido desfondar con acusaciones de corrupción, de contratos turbios, de tramas empresariales que —dicen— lo rodean. No hay pruebas contundentes, sólo rumores que flotan con la precisión de un veneno político bien dosificado. Lo señalan, lo acusan, lo persiguen en columnas, lo juzgan en redes. Pero aún nadie se atreve a mostrar un documento que lo condene. Y sin embargo, el daño mediático está hecho: el rumor, en política, suele ser más letal que la evidencia.

Romero Oropeza es el ingeniero que entiende la maquinaria del poder, el hombre que sabe cómo lubricar el sistema interno del movimiento sin romperlo, sin que haga ruido. Por eso lo temen. Por eso lo atacan. Porque detrás de su figura sobria hay un estratega que conoce la anatomía de la Cuarta Transformación mejor que nadie. Fue constructor del proyecto cuando aún era idea, cuando no había Palacio ni gabinete, cuando sólo existía el sueño tabasqueño de un cambio real.

Hoy, como Director General del INFONAVIT, sigue operando con esa precisión de reloj político. No busca los aplausos, busca resultados. Y eso irrita a quienes viven del espectáculo del poder.

Lo cierto es que Octavio Romero Oropeza representa una amenaza silenciosa. No por ambición, sino por influencia. Su lealtad a López Obrador es incuestionable, y eso lo convierte en un hombre incómodo para la nueva administración federal. Es parte del viejo grupo fundador del movimiento, pero no del círculo más íntimo de la Presidenta Claudia Sheinbaum. Entre ambos hay respeto, sí, pero no complicidad. Hay reconocimiento, pero no confianza.

Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta de México y el Ing. Octavio Romero Oropeza, director general del INFONAVIT.

Esa delgada línea —en un sistema político tan cargado de historia y egos— es suficiente para desatar tormentas.
Primero fue Adán Augusto López Hernández, otro tabasqueño, otro leal. Hoy el huracán político se cierne sobre Octavio Romero. Y no es casualidad. En la arena del poder, los aliados del ayer son los blancos del mañana.

Lo que está en juego no es sólo un nombre, sino el equilibrio del movimiento. Si Octavio cae, el golpe no será contra un funcionario, sino contra una estructura completa: la base ideológica, moral y operativa de la 4T. Sería un impacto directo al corazón del lopezobradorismo.

Y lo saben.
Por eso lo hostigan, lo desgastan, lo tratan de minar con acusaciones que no prosperan, pero que manchan.

En los pasillos del poder se murmura que ya no hay pactos firmes, que las alianzas tejidas en tiempos de campaña comienzan a deshilacharse, que las lealtades de ayer se ponen en duda. Octavio Romero Oropeza es hoy el ejemplo más visible de esa fractura silenciosa.

Pero cuidado: no es un político improvisado. No es un funcionario temeroso. Es un operador con memoria, con disciplina y con una red que lo respalda. Ha sobrevivido a crisis internas, a golpes mediáticos y a campañas negras que habrían derribado a otros. Él, en cambio, se mantiene. No se defiende gritando; se defiende trabajando.

Y eso —en política— es lo que más miedo provoca.

Porque Octavio Romero Oropeza es el tipo de político que no se anuncia, se ejecuta.
El que entiende que el poder no se presume, se ejerce.
El que sabe que, en el tablero del poder mexicano, quien mueve las piezas en silencio… es quien realmente juega.

Acerca del autor

La Palabra Política

Escribir un comentario