MORENA está en una encrucijada: evolucionar hacia un partido político con orden y disciplina, o seguir siendo un movimiento social que, sin un líder unificador, podría desmoronarse.

Por: José R. Rodríguez Jiménez.

CDMX, 19 de diciembre del 2024.

Desde su fundación, MORENA ha sido más que un partido político convencional. Su esencia radica en un movimiento social que se articuló alrededor de una figura central: Andrés Manuel López Obrador. Fue su liderazgo carismático y su narrativa de transformación los que lograron congregar a millones de mexicanos en torno a un proyecto que prometía un cambio profundo en las estructuras políticas, económicas y sociales del país. Sin embargo, a medida que el tiempo avanza y López Obrador deja la silla presidencial, la fragilidad estructural de MORENA como partido comienza a ser evidente.

Andrés Manuel López Obrador fundador del Movimiento de Regeneración Nacional.

Movimiento vs. Partido: La Diferencia de Fondo.

Un movimiento social, como MORENA en su origen, se caracteriza por ser un conglomerado de ideas, emociones y objetivos comunes que se reúnen en torno a una causa específica. Su fortaleza radica en la pasión de sus integrantes y en la capacidad de su líder para movilizarlos. En este caso, López Obrador encarnó esa causa, consolidando una narrativa de lucha contra la corrupción, la desigualdad y los abusos de las élites políticas.

En contraste, un partido político sólido requiere estructura, reglas claras, códigos internos y una disciplina que trascienda a sus líderes. Los partidos construyen su poder en el tiempo, mediante la formación de cuadros, la institucionalización de procesos y la creación de mecanismos para resolver diferencias internas. En este aspecto, MORENA muestra carencias significativas.

Desde su formación, MORENA ha carecido de los pilares que caracterizan a un partido con orden. No cuenta con una disciplina partidista uniforme ni con un respeto sólido a los códigos internos que permitan mantener la cohesión. En su lugar, las alianzas se han construido más en torno a lealtades personales que a un proyecto colectivo, lo que ha generado fisuras en su interior.

¿Movimiento social o partido político?

El Vacío de Liderazgo y la Fragmentación Interna.

Con la salida de Andrés Manuel López Obrador del centro del escenario político, MORENA enfrenta un desafío que nunca antes había tenido: la ausencia de su líder unificador. Aunque Claudia Sheinbaum Pardo ha asumido la Presidencia de la República y Luisa María Alcalde Luján la dirigencia del partido, el peso simbólico y político de López Obrador es insustituible.

Esta transición ha evidenciado una realidad incómoda: MORENA no es un partido homogéneo, sino un mosaico de intereses, facciones y tribus políticas que buscan imponer su visión del proyecto de nación. Gobernadores, legisladores, alcaldes y líderes locales parecen operar de manera independiente, priorizando sus propios intereses y agendas antes que el orden interno del partido.

La presidenta del partido, Luisa María Alcalde Luján, enfrenta un reto monumental. A pesar de su formación y capacidad, su liderazgo se encuentra debilitado ante la falta de disciplina interna y la lucha constante entre las diversas facciones que conforman MORENA. El canibalismo político es evidente, y las disputas internas son cada vez más visibles.

La falta de liderazgo de Andrés Manuel López Obrador al frente del movimiento, empieza a sentir su ausencia.

El Riesgo de la Ruptura y el Declive de la Hegemonía.

Históricamente, los partidos que han alcanzado una hegemonía de poder en México —como el PRI en el siglo XX— lograron consolidarse gracias a su capacidad para mantener el orden interno y resolver sus disputas en privado. MORENA, en cambio, no ha demostrado tener esa habilidad.

La falta de acuerdos sólidos, el incumplimiento de pactos internos y la ausencia de un código de conducta claro han abierto la puerta a un caos que podría convertirse en su talón de Aquiles. Aunque la popularidad de López Obrador y la fuerza electoral del movimiento han sido suficientes para mantener su hegemonía hasta ahora, la división interna amenaza con debilitar al partido en el mediano y largo plazo.

Las luchas internas no solo afectan la cohesión de MORENA, sino también su capacidad para gobernar de manera efectiva. Los conflictos entre facciones han generado parálisis en decisiones importantes y han debilitado la narrativa de unidad que fue clave para su éxito electoral.

El Futuro de MORENA: ¿Partido o Movimiento?

La pregunta que hoy enfrenta MORENA es si puede transformarse de un movimiento social en un partido político sólido. Para lograrlo, deberá construir una estructura interna que permita la coexistencia de sus diversas corrientes, establecer códigos claros que regulen su vida interna y fortalecer el liderazgo de sus dirigentes más allá de las figuras carismáticas.

Si MORENA no logra resolver sus conflictos internos y consolidar su estructura partidista, el riesgo de fragmentación será cada vez mayor. La lucha por el poder, los intereses particulares y las rivalidades internas podrían erosionar la base que le permitió alcanzar la hegemonía en el escenario político mexicano.

En este contexto, el reto no solo recae en Luisa María Alcalde Luján como presidenta del partido, sino también en Claudia Sheinbaum Pardo como líder del proyecto de nación. Ambas deberán encontrar formas de unificar al partido, no solo en discurso, sino en acciones concretas que fortalezcan su cohesión.

MORENA está en una encrucijada: evolucionar hacia un partido político con orden y disciplina, o seguir siendo un movimiento social que, sin un líder unificador, podría desmoronarse. La historia del partido dependerá de su capacidad para superar estas tensiones internas y adaptarse a un nuevo contexto político sin perder su esencia transformadora.

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La Palabra Política

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