La batalla ya comenzó, y la guerra social y política que enfrenta México está lejos de resolverse.

Por: José Rafael Rodríguez Jiménez.

México ha cambiado. El país ha entrado en una nueva era política en la que los cimientos del viejo sistema neoliberal y oligárquico han sido reemplazados por un modelo socialista que busca la equidad social y el bienestar colectivo. Andrés Manuel López Obrador, expresidente de México, puso las bases de este cambio estructural con la llamada «Cuarta Transformación,» y ahora, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo tiene en sus manos la tarea de consolidar y afianzar ese proyecto, cimentando un México en el que las prioridades son profundamente diferentes a las del pasado.

El país que fue moldeado por décadas de políticas neoliberales, donde el capital, las élites económicas y los intereses privados dictaban las reglas del juego, ya no existe más. México ha dado un giro ideológico hacia un sistema donde el Estado tiene un rol preponderante en la economía y la vida social, y donde la justicia social se convierte en el eje de las decisiones gubernamentales. Sin embargo, esta transformación ha despertado tensiones profundas con los grupos fácticos que durante años dominaron la política y la economía.

La Cuarta Transformación no es un proyecto que simplemente se ha limitado a cambios superficiales en el gobierno. Es una propuesta ideológica que pretende redefinir las estructuras de poder en México. El país ha dejado atrás un modelo capitalista para adoptar un sistema que privilegia al pueblo sobre el mercado. Bajo este nuevo orden, el Estado ha tomado el control de sectores estratégicos, ha fortalecido programas sociales y ha redistribuido recursos para atacar de raíz la pobreza y la desigualdad que aquejan a millones de mexicanos.

López Obrador inició esta batalla contra lo que él mismo denominó la «mafia del poder», un conglomerado de intereses económicos, políticos y mediáticos que durante décadas amoldaron las políticas públicas del país a su beneficio. El expresidente se encargó de desmantelar muchas de esas estructuras, pero sabía que su tarea era solo el comienzo de una lucha más grande. Ahora, Claudia Sheinbaum se enfrenta al reto de mantener el curso, sabiendo que su gobierno será aún más atacado por estos grupos de poder.

El socialismo que promueve la Cuarta Transformación no ha sido recibido sin resistencia. Los consorcios empresariales, los medios de comunicación y los grupos financieros que amasaron fortunas y consolidaron su poder durante los años neoliberales siguen activos, y hoy se sienten amenazados como nunca antes. Estos grupos, a pesar de los cambios, han mantenido su influencia y se están reorganizando para debilitar la gestión de Sheinbaum. Con la experiencia adquirida desde los años 60 hasta los 2000, estos actores conocen el juego político y han comenzado a formar alianzas con capitales extranjeros, países y consorcios que ven en el gobierno socialista mexicano una amenaza para el modelo capitalista nacional.

La guerra ideológica que hoy vive México no es simplemente un choque de posturas políticas. Es una batalla por el alma del país, en la que los oligarcas del pasado buscan mantener su control frente a un gobierno que pretende despojarles de sus privilegios. El terreno de esta confrontación está en todos lados: desde los medios de comunicación, donde las élites controlan gran parte del discurso público, hasta las calles, donde los programas sociales de la Cuarta Transformación buscan ganar el respaldo popular.

La presidenta Sheinbaum sabe que no tendrá paz ni tregua. Los ataques hacia su gobierno no se apaciguarán, sino que se intensificarán. Las oligarquías utilizarán todas las herramientas a su disposición: desde la manipulación mediática hasta las alianzas con países y capitales extranjeros que ven en este cambio un peligro para el orden mundial establecido. Los embates serán tanto internos como externos, y su gobierno deberá ser fuerte y hábil para resistir las presiones de un sistema que se niega a morir.

El México de hoy es testigo de una confrontación que marcará su destino en las próximas décadas. Por un lado, un gobierno socialista que busca transformar las estructuras de poder en beneficio del pueblo; por el otro, un conjunto de intereses neoliberales y oligárquicos que buscan recuperar el control. En este choque, la Cuarta Transformación no solo se juega su permanencia, sino la posibilidad de que México consolide un sistema verdaderamente equitativo y justo, o de que, como en tantas ocasiones anteriores, los poderes fácticos logren retomar el control y frenar el cambio.

El país está en un punto de inflexión. La batalla ya comenzó, y la guerra social y política que enfrenta México está lejos de resolverse. La presidencia de Sheinbaum será un periodo definitorio para saber si este nuevo modelo puede consolidarse o si, una vez más, los intereses del pasado logran imponerse. Pero algo es claro: el México del pasado ya no existe más. Hoy, el país vive bajo nuevas reglas, y esas reglas están siendo escritas en medio de una confrontación que definirá el futuro de la nación.

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La Palabra Política

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