Su ascenso es lento, firme y medido.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 11 de noviembre del 2025.
En la política mexicana, donde a veces parece que todo se decide entre los gritos más fuertes, los discursos más encendidos y los pleitos interminables, aparece una voz distinta. No una voz que busca imponerse por volumen, sino por claridad. Por sentido. Por propósito. Esa voz es la del Senador Luis Donaldo Colosio Riojas. Un hombre joven, sí, pero con una madurez política que sorprende incluso a quienes lo han visto crecer en la vida pública.

Colosio Riojas no llegó al Senado por accidente ni por inercia. Se ha ganado cada espacio, cada micrófono, cada intervención. No es de esos políticos que se cuelgan del apellido para brillar; él lo honra con trabajo. Cuando toma la palabra en tribuna, no improvisa. Habla con datos, con fundamentos, con una serenidad que desarma el ruido que a veces domina la sesión. No se sube al escenario a pelear por pelear. Entra a debatir para señalar lo que no está funcionando y proponer hacia dónde sí podemos caminar.

Y en un país donde se ha vuelto común que la política se convierta en espectáculo, Luis Donaldo ha elegido no actuar, sino pensar. No lanzar discursos inflamados de enojo, sino argumentos sostenidos en razón. Su figura rompe la idea de que juventud es sinónimo de inexperiencia. Porque su juventud no es un límite, es una fuerza. Y la usa para abrir puertas, no para cerrar conversaciones.

Hoy, su labor como Senador representa algo que va más allá de Movimiento Ciudadano, el partido que le dio plataforma y respaldo. Porque la gente no lo reconoce solo por una sigla. Lo reconoce por lo que transmite: confianza, calma, claridad. Representa al mexicano que quiere construir sin destruir, al joven que quiere transformar sin dividir, al servidor público que entiende que gobernar no es gritar, sino escuchar.

Luis Donaldo ha elegido un camino difícil: el de la paciencia política. Mientras otros aceleran, él respira. Mientras algunos prometen montañas, él construye escalones. Mientras el país se polariza, él busca puntos de encuentro. No corre detrás del reflector. Se forma. Se prepara. Se mide. Está moldeando su visión, su liderazgo y su proyecto desde la experiencia directa, desde el diálogo con ciudadanos en distintos estados, desde el aprendizaje continuo.

La gente lo mira con esperanza. No como un salvador, sino como alguien que puede crear orden en medio del ruido. Alguien que puede sumar sin romper, proponer sin ofender, transformar sin destruir lo que sí funciona. Luis Donaldo no es el político que golpea para llamar la atención. Es el político que habla para invitar a pensar.

México necesita nuevas rutas. No rutas improvisadas, no rutas que repitan lo de siempre. Rutas que se basen en la razón, en la planeación, en la colaboración. Rutas que entiendan que la política es un puente, no un muro. Y en ese mapa, la presencia de Colosio Riojas se vuelve una señal: se puede aspirar a una política que no use el enojo como combustible.

Su ascenso es lento, firme y medido. Y eso, lejos de ser una desventaja, es una virtud. Porque lo que se construye con prisa se rompe. Lo que se construye con tiempo, con disciplina y con visión, trasciende. Hoy, el país observa. Observa su forma de hablar, su forma de argumentar, su forma de relacionarse con el poder y con la ciudadanía. Observa cómo se mueve en el Senado sin estridencias, sin buscar pleitos que no llevan a ningún lado.

Luis Donaldo Colosio Riojas no es solo un político joven. Es una posibilidad. Una señal de que sí se puede hacer política con seriedad, con sensibilidad y con razón. El futuro dirá hasta dónde puede llegar. Pero por ahora, lo importante es algo más simple y más profundo: está construyendo algo auténtico. Y eso, en este país, ya es un acto de enorme valor.


