En su gobierno, el imperio de la ley es absoluto y el pacto político se subordina al bienestar colectivo y la integridad institucional.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 16 de mayo del 2025.
En un acto de transparencia y firmeza inusual en la tradición política mexicana, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha establecido sin rodeos un principio rector de su administración: “No proteger ni amparar a nadie”. Con esta declaración, deja claro que la lealtad de partido no exime a ningún militante de MORENA —se trate de diputados, senadores, gobernadores o alcaldes— de rendir cuentas si se comprueba su vinculación con actos de corrupción, crimen organizado, lavado de dinero o tráfico de influencias.

Este compromiso cobra especial relevancia en un escenario donde el escrutinio internacional y doméstico se cierne sobre varios actores morenistas señalados por la justicia estadounidense. La Presidenta Claudia Sheinbaum reconoce que, en ocasiones, presidencias pasadas cedieron ante presiones o componendas políticas; en contraste, su gobierno opta por mantener un estándar ético que pone la rendición de cuentas por encima de la camarilla partidista.
La mandataria ha encomendado a la Secretaría de la Función Pública y a la Fiscalía General de la República —ahora reforzadas y con autonomía— la investigación de cualquier servidor que abuse de su investidura. La promesa de “no meterme las manos” se traduce en invitaciones abiertas a las instancias internacionales y agencias de fiscalización para coordinarse y garantizar que todo señalamiento sea investigado con rigor y transparencia.

Lejos de ser un gesto retórico, esta postura tiene un efecto disuasorio: desactiva complicidades, desalienta redes de impunidad y refuerza la confianza ciudadana en que la justicia no hará concesiones. Y, en un clima político donde las “tribus” al interior de MORENA pugnan por cuotas de poder, La Presidenta Sheinbaum envía un mensaje inequívoco: ni el fervor revolucionario ni el peso de los apellidos o cargos elevarán a nadie por encima de la ley. En su gobierno, el imperio de la ley es absoluto y el pacto político se subordina al bienestar colectivo y la integridad institucional.

La Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no pactó con caciques, no acordó con mafias políticas, ni selló tratos en lo oscuro con gobernadores, senadores o líderes de tribus al interior de MORENA. No se sentó a negociar cuotas de impunidad, ni cruzó palabra alguna para permitir redes de corrupción, nepotismo o desfalcos desde el poder. Mucho menos ofreció clemencia a quienes coquetean o colaboran con el crimen organizado.
Su único pacto, su único compromiso real y profundo, fue con el pueblo de México. Con la ciudadanía que la eligió para transformar sin simulaciones, para gobernar con decencia, para erradicar las viejas prácticas que hundieron al país durante décadas.

Por eso, si la Presidenta Claudia Sheinbaum meterá las manos al fuego por alguien, será por las y los mexicanos honestos, trabajadores, conscientes, que creen en su proyecto de nación y que la respaldan en la construcción de un México justo, libre y soberano. Con ellos sí, sin titubeos. Porque el único poder que respeta, y al que verdaderamente responde, es el del pueblo.