El fracaso de la oposición en México no es más que la consecuencia de sus propias decisiones erróneas.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 16 de septiembre del 2024.
La reciente derrota de los partidos de oposición en México, liderados por el PRI, PAN y PRD, no solo era predecible, sino también el resultado de una crisis profunda que venía gestándose desde hace años. A pesar de haber intentado consolidar un frente común para enfrentar al poder hegemónico de MORENA, la realidad es que estos partidos fallaron estrepitosamente en construir una alternativa viable para los millones de mexicanos que buscaban una opción distinta al proyecto de la Cuarta Transformación. Las causas de este fracaso son múltiples: luchas internas, falta de propuestas claras, y un liderazgo atrapado en las mismas viejas dinámicas de caciquismo y clientelismo que han caracterizado a estos partidos durante décadas.
El PRI: de bastión del poder a facción desarticulada.
El caso del PRI es particularmente emblemático de la crisis de la oposición. Alejandro Moreno Cárdenas, su actual presidente, ha sido uno de los actores principales en la descomposición del partido. Durante su gestión, Moreno se ha mostrado más interesado en mantener su control absoluto sobre el PRI que en revitalizar la estructura partidaria o construir una agenda que pudiera competir con la narrativa de MORENA. Su constante retórica en los medios de comunicación, donde insiste en que él es el único capaz de liderar al partido, refleja una obsesión personal con el poder que ha dejado de lado los intereses colectivos del partido.
Alejandro Moreno ha centralizado el poder, aplastando cualquier disidencia interna y desarticulando los grupos que antes mantenían cierta cohesión en el PRI. Esto ha resultado en un PRI más débil, fragmentado y desconectado de sus bases, incapaz de articular una propuesta atractiva para el electorado. El priismo, que en otro tiempo fue un emblema de poder en México, se encuentra hoy en una espiral de decadencia, donde los liderazgos locales y estatales han perdido la capacidad de influir en las decisiones nacionales. La figura de Moreno ha sido vista más como un cacique que como un líder renovador, lo que ha llevado al PRI a una crisis de identidad y dirección que parece, por ahora, irreversible.
El PAN: entre pactos y falta de liderazgo.
En el PAN, la situación no es menos preocupante. Marko Cortés Mendoza, quien dirige el partido, ha seguido una estrategia que ha sido fuertemente criticada incluso por miembros de su propia bancada. Al igual que Alejandro Moreno en el PRI, Cortés ha priorizado su control sobre el partido a través de pactos que favorecen a sus aliados cercanos, en lugar de enfocarse en la construcción de una agenda que fortalezca al PAN como una verdadera opción de gobierno. A pesar de tener una base sólida en algunos estados del país, el PAN ha mostrado una falta de cohesión y una dirección errática que ha debilitado su capacidad de competir con MORENA.
Uno de los problemas más grandes que enfrenta el PAN bajo la dirección de Marko Cortés es su desconexión con el electorado más joven y progresista. Mientras MORENA ha sabido capitalizar el descontento social y ha generado una narrativa que habla de transformación y cambio, el PAN sigue atrapado en una retórica que no logra resonar con las nuevas generaciones. Cortés ha demostrado ser incapaz de atraer a sectores de la sociedad que demandan propuestas frescas y soluciones innovadoras a los problemas del país, lo que ha dejado al partido anclado en un discurso conservador y poco atractivo para los votantes indecisos.
El PRD: una sombra de lo que fue.
El PRD, que alguna vez fue el partido de la izquierda en México, ha quedado reducido a un actor casi irrelevante en el escenario político nacional. Bajo la dirección de Jesús Zambrano Grijalva, el PRD no ha logrado recuperarse de las divisiones internas que lo debilitaron desde la formación de MORENA. Lo que antes era un partido con una base sólida de apoyo en varios estados, ahora es apenas una sombra de su pasado. Las propuestas del PRD no logró captar la atención de los votantes, y su presencia en el panorama político es cada vez más reducida.
La incapacidad de Zambrano para articular una estrategia de oposición efectiva ha dejado al PRD marginado en las contiendas electorales más importantes. En lugar de consolidarse como una opción real frente a MORENA, el PRD ha sido visto como un partido sin rumbo, incapaz de ofrecer una alternativa viable. La alianza con el PRI y el PAN, lejos de fortalecer su posición, ha diluido aún más su identidad, haciendo que pierda relevancia incluso entre sus propios seguidores. A tal forma de ya no ser partido político en México, logró su extinción.
La cátedra de MORENA: el dominio de la Cuarta Transformación.
Mientras la oposición se fractura, MORENA, bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, ha dado una verdadera cátedra de cómo construir, mantener y consolidar una estructura política poderosa y eficaz. Desde el inicio de su mandato, López Obrador ha sido capaz de estructurar un movimiento que no solo ha arrasado en las urnas, sino que ha logrado cohesionar una narrativa de transformación que ha resonado con millones de mexicanos.
MORENA ha sabido construir una maquinaria electoral formidable, capaz de movilizar a sus bases y mantener un discurso de cambio que sigue atrayendo a sectores importantes de la sociedad. A diferencia de la oposición, MORENA ha sabido presentar una narrativa coherente y unificada, centrada en la continuidad de la Cuarta Transformación y en la construcción de un proyecto de nación a largo plazo. Esto ha dejado a los partidos de oposición no solo fuera de la competencia electoral, sino también fuera del debate público, incapaces de ofrecer una visión alternativa convincente.
¿Y ahora qué? La culpa de la oposición.
Tras la derrota, los líderes del PRI, PAN y PRD han intentado culpar a MORENA y a López Obrador por la falta de contrapesos en el poder, argumentando que el partido oficialista ha utilizado tácticas que impiden la competencia justa. Sin embargo, esta narrativa es engañosa. La verdadera razón de la debilidad de la oposición radica en su propia falta de organización, visión y propuestas. En lugar de enfocarse en construir una alternativa sólida, los partidos de oposición han optado por luchas internas por el control del poder, dejando de lado a los votantes y las demandas sociales.
El fracaso de la oposición no puede atribuirse exclusivamente a factores externos, sino que es el resultado de una estrategia fallida que priorizó los intereses personales de sus líderes por encima del bienestar colectivo de sus partidos. Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano han puesto su subsistencia política por encima de la necesidad de renovación, dejando a sus partidos a la deriva y sin una dirección clara. Mientras tanto, MORENA ha seguido avanzando, consolidando su poder en todos los niveles de gobierno, y proyectándose como el partido dominante en el escenario político mexicano.
La lucha interna y el futuro.
El reto que ahora enfrenta la oposición es monumental. No solo deben encontrar la manera de reorganizarse internamente, sino también de articular una agenda que pueda competir con el poder de MORENA. De lo contrario, seguirán siendo espectadores pasivos en el proceso de transformación que está viviendo México bajo el liderazgo de la Cuarta Transformación. En un país donde el equilibrio de poder es esencial para la democracia, la ineficacia de la oposición representa un riesgo para el pluralismo político. La única esperanza para los partidos tradicionales radica en su capacidad para reconocer sus errores, reconstruirse desde la base y ofrecer a los ciudadanos una opción verdadera, coherente y atractiva para el futuro.
En resumen, el fracaso de la oposición en México no es más que la consecuencia de sus propias decisiones erróneas y de su incapacidad para ofrecer una alternativa viable. Mientras sigan centrados en luchas internas y en mantener el control de las cúpulas, seguirán condenados a la irrelevancia en el panorama político nacional.