El partido que una vez representó la esperanza de cambio para millones de mexicanos se ha convertido en una sombra de lo que fue.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 11 de noviembre del 2024.
La reciente elección interna en el Partido Acción Nacional (PAN) que posicionó a Jorge Romero Herrera como su nuevo dirigente nacional confirma lo que para muchos analistas y militantes era evidente: el PAN no está preparado para una renovación real. Con la salida de Marko Cortés, se esperaba que el partido pudiese tomar un rumbo distinto y enfrentarse al poderío político de MORENA, pero el ascenso de Romero, miembro del círculo cercano de Ricardo Anaya, parece indicar que el partido se mantiene en el mismo carril, aferrado a una élite que ha gobernado el partido en los últimos años sin ofrecer a sus bases ni a sus simpatizantes algo verdaderamente nuevo.
Desde el liderazgo de Ricardo Anaya en 2015, el PAN experimentó una transformación significativa que, si bien dejó atrás la era de figuras icónicas como Luis H. Álvarez, Vicente Fox, Felipe Calderón y Carlos Castillo Peraza, trajo consigo una generación de líderes jóvenes que, lejos de reformar al partido, lo encapsularon en una estrategia interna de lealtades y conveniencias. Con aliados como Damián Zepeda, Marcelo Torres y el propio Marko Cortés, Anaya construyó una estructura de poder que desplazó a la «vieja guardia», pero no para reinventar el partido, sino para asegurar el control de un círculo exclusivo de incondicionales. Ahora, con Jorge Romero en la presidencia, el PAN parece haberse quedado atrapado en ese mismo molde, sin la capacidad de presentarse como una alternativa atractiva para el electorado mexicano.
El PAN, Atrapado en una Crisis de Identidad.
A más de una década de sus años en la presidencia de la República, el PAN no ha logrado ofrecer una visión que cautive a la ciudadanía. La derrota en las elecciones presidenciales de 2018 fue un golpe que dejó al partido debilitado y sin una narrativa convincente. Sin embargo, la llegada de Romero solo acentúa el desencanto: el PAN parece más enfocado en mantener cuotas de poder interno y espacios de influencia económica que en proponer soluciones reales para el país. La percepción popular es clara: el PAN ha pasado de ser una opción de cambio, cuando Vicente Fox ganó la presidencia en el 2000, a una plataforma más de intereses internos y alianzas coyunturales.
Analistas políticos, así como algunos militantes desencantados, ven en el PAN un partido que no ha sabido aprender de sus errores, ni en su administración federal ni en sus decisiones recientes. Este estancamiento se refleja en una falta de propuestas sólidas, una imagen desgastada y una estructura que parece operar bajo el interés de un selecto grupo, más que de un proyecto de nación coherente.
La Sombra de MORENA y la Falta de Competencia Real.
En este contexto, el ascenso de MORENA ha sido abrumador. Mientras el partido de López Obrador ha ganado la confianza de millones de mexicanos, el PAN ha perdido fuerza, sin capacidad de articular una oposición coherente. La ciudadanía percibe que el PAN no ha logrado —o quizás ni siquiera ha intentado— reinventarse para competir con un movimiento que ha logrado conectar con la mayoría de la población.
La presidencia de Romero llega en un momento crucial: el partido enfrenta elecciones importantes en 2027 y deberá decidir si seguirá arrastrando una imagen de estancamiento o si será capaz de presentar propuestas diferenciadas y atractivas. Sin embargo, la elección de un líder de la misma línea de Anaya y Cortés no augura una transformación sustancial, sino una continuidad que parece cada vez más desfasada de la realidad mexicana.
¿Hacia Dónde Va el PAN?
La pregunta sobre el futuro de Acción Nacional persiste. La falta de autocrítica, la resistencia a dar espacio a voces que puedan diversificar el proyecto y el desgaste de una estructura enfocada en beneficios personales en lugar de proyectos de nación han minado la credibilidad del partido. Para una ciudadanía que exige transparencia, ética y eficacia, el PAN se muestra, más que como un actor de cambio, como una organización política anclada en sus propias redes internas.
Hoy, el PAN enfrenta un desafío existencial. Si el liderazgo de Jorge Romero no encuentra la manera de conectar con las demandas actuales de la ciudadanía y no se distancia de los intereses de grupo que han predominado en los últimos años, el partido difícilmente podrá recuperar el peso político que alguna vez tuvo. La historia reciente del PAN parece augurar que la llegada de Romero no traerá un cambio real, sino más de lo mismo: una continuación de la administración de los recursos de poder para beneficio de una élite interna.
En última instancia, el PAN necesita comprender que la confianza del electorado no se gana con liderazgos inamovibles ni con estructuras cerradas. El partido que una vez representó la esperanza de cambio para millones de mexicanos se ha convertido en una sombra de lo que fue. Si no logra transformar esta narrativa y dar paso a una verdadera renovación, su papel en el panorama político mexicano se volverá cada vez más marginal, y la posibilidad de competir seriamente contra MORENA en el futuro quedará fuera de su alcance.