En ese silencio, se forjan las verdaderas transformaciones.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 2 de junio del 2025.
En un país donde el poder suele medirse en micrófonos, flashes y protagonismo, Jesús Ramírez Cuevas representa la antítesis perfecta. Discreto, reflexivo, elocuente en la sombra y contundente en la trinchera de las ideas, el maestro Ramírez Cuevas es uno de los cerebros más importantes detrás del fenómeno político y social más trascendental de las últimas décadas en México: la Cuarta Transformación.

Su rostro no aparece todos los días en los noticieros. Su voz no inunda los debates televisivos. Y sin embargo, su pensamiento, su pluma y su visión han marcado las rutas discursivas e ideológicas del movimiento obradorista. Es, sin exagerar, el gran ideólogo silencioso del nuevo régimen. Amado por las bases, incomprendido por algunos, temido por las élites del viejo régimen, Jesús Ramírez es mucho más que un vocero: es un formador, un constructor, un arquitecto del cambio social.

Desde sus años como periodista y activista social, Ramírez Cuevas ha sido fiel a una idea: el pueblo como centro de toda acción política. Su militancia no comenzó con la Cuarta Transformación. Su historia está entrelazada con luchas sociales, con movimientos que exigían justicia, equidad, dignidad. Formado en el pensamiento crítico de izquierda, abrazó el ideario de Andrés Manuel López Obrador no como seguidor, sino como compañero de ruta, como un intelectual que entiende que la política no es solo estrategia, sino también ética y convicción.

Contrario al perfil tradicional del político mexicano, Jesús Ramírez rehúye del protagonismo. No necesita reflectores para incidir. Su poder está en las ideas. En cada discurso presidencial, en cada documento fundacional del obradorismo, en cada concepto que define a la 4T —el “humanismo mexicano”, el “rescate del Estado”, la “democratización de los medios”—, se encuentra su mano, su pensamiento, su narrativa.

Y por ello es blanco constante de los ataques. Los medios tradicionales, herederos de las alianzas entre el poder político y económico del viejo régimen, no perdonan que un hombre de pensamiento libre, no subordinado, con formación crítica, se haya convertido en piedra angular del nuevo sistema. Lo llaman operador, manipulador, estratega maquiavélico. Lo que no soportan es que representa una narrativa que desarma los privilegios de las élites y empodera a los históricamente excluidos.

Hoy, bajo el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, el papel de Jesús Ramírez no pierde fuerza. Al contrario, se vuelve aún más relevante. En esta nueva etapa, el reto no es solo continuar, sino consolidar el proyecto transformador. Y en esa construcción del “segundo piso” de la 4T, la voz, el pensamiento y la estrategia narrativa de Ramírez Cuevas serán indispensables.

Pero más allá de su papel político, Jesús Ramírez es símbolo de algo aún más profundo: que se puede hacer política sin corromperse, sin traicionar ideales, sin venderse al poder económico. Que se puede construir país desde la palabra, desde la cultura, desde el compromiso con los de abajo. Su legado no está en una carrera política convencional. Está en el testimonio de que otro México es posible cuando la inteligencia y el corazón caminan del lado del pueblo.
En tiempos donde los reflectores ciegan, Ramírez Cuevas sigue pensando, escribiendo y soñando en silencio. Y en ese silencio, se forjan las verdaderas transformaciones.