El Gobernador está demostrando que para arreglar un problema, primero hay que admitir su magnitud y luego tener el valor de enfrentarlo sin miedo.
Por: La Palabra Política.
Tabasco, 14 de julio del 2025.
“Ahí está saliendo toda la pudrición”. La frase, lapidaria y sin anestesia, no es de un opositor. Es de José Ramiro López Obrador, Secretario de Gobierno de Tabasco y el hombre de mayor confianza del gobernador Javier May Rodríguez. Y esa frase resume a la perfección el momento que vive el estado: una dolorosa, pero necesaria, limpieza a fondo que, con cada día que pasa, le está dando la razón al nuevo mandatario.
“Está saliendo toda la pudrición”.
José Ramiro López Obrador
Secretario de Gobierno del Estado de Tabasco
Cuando Javier May tomó las riendas de Tabasco, el paraíso del Edén era un polvorín. El crimen organizado, con nombres y apellidos como “La Barredora”, operaba con una impunidad alarmante, sembrando el terror. Como era de esperarse, los ataques mediáticos no tardaron. A May lo criticaron, lo juzgaron y casi lo crucifican en la plaza pública, culpándolo del caos que él no creó, pero que le tocaba resolver. Lo acusaron por la violencia, por la falta de paz, por heredar un estado convulso, prácticamente en coma.
Sus adversarios, claro, hicieron y siguen haciendo raja política de la crisis. Es la jugada fácil. Lo que no calcularon es que Javier May no venía a administrar la decadencia, sino a demolerla. Desde el día uno, echó a andar un proyecto de rescate integral. Y no, no se trata solo de más policías en las calles; es un plan para sanear Tabasco desde sus cimientos: seguridad, empleo, salud y bienestar.
Ahora, el tiempo empieza a jugar a su favor. La estrategia de “limpieza” está en marcha y los resultados, aunque lentos, son contundentes. May ha hecho algo que pocos se atreven: ha señalado culpables con nombre y apellido, destapando la cloaca de complicidades que permitió que grupos como “La Barredora” echaran raíces tan profundas.
Y aquí viene la parte más compleja, la que requiere la conciencia de la gente. Cortar esas raíces va a tomar tiempo. La “herencia maldita” que le dejaron no se borra con un decreto. Es un cáncer que hizo metástasis en el tejido social y político, y extirparlo será un proceso duro y doloroso. Pero una cosa ha quedado clara: Javier May no le sacó al parche. Viene con la fuerza, la decisión y la fortaleza para llegar hasta las últimas consecuencias.
Lo más revolucionario de su método es el mantra que define su gobierno: “caiga quien caiga”. Y cuando lo dice, lo dice en serio. No le importa si los implicados en la red de corrupción son de otros partidos o si llevan la camiseta de MORENA, su propio movimiento. Él no está aquí para solapar a nadie, ni para defender compañeros de partido. Su lealtad, ha dejado claro, no es con un grupo, sino con la justicia y con la gente que votó por un cambio real.
Al limpiar el lodazal que le heredaron, May no solo está cumpliendo una promesa de campaña, está sentando un precedente a nivel nacional. En un país donde la lealtad partidista a menudo se confunde con complicidad, ver a un gobernador destapando la corrupción dentro de su propia casa política es una bocanada de aire fresco. Demuestra ética, moral y un compromiso con la transparencia que va más allá del discurso.
Javier May está demostrando que para arreglar un problema, primero hay que admitir su magnitud y luego tener el valor de enfrentarlo sin miedo, sin importar a quién se tenga que llevar por delante. La limpieza de Tabasco apenas comienza, pero su líder ha dejado claro que tiene la escoba y la determinación para barrer hasta el último rincón.
