Política

Enrique Peña Nieto: El Arquitecto del Silencio, el ex Presidente que Pactó su Impunidad.

Hoy vive fuera de México, alejado del estruendo, protegido por un pacto que traiciona los principios más elementales de la democracia.

Por: La Palabra Política.
CDMX, 28 de mayo del 2025.

Enrique Peña Nieto pasará a la historia no solo por los escándalos de corrupción que marcaron su sexenio, sino por la forma burda, fría y calculadora con la que pactó su impunidad. Su herencia no fue solo un país devastado en confianza institucional y saqueado por sus círculos de poder, sino un acuerdo oscuro con quien sería su supuesto antagonista político: Andrés Manuel López Obrador.

Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, ex presidentes de México.

La crítica no es ligera ni improvisada. Las señales están ahí, claras, contundentes, irritantes para una ciudadanía que votó con sed de justicia. ¿Cómo es que el expresidente priista —el rostro de una clase política señalada por enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y complicidad con el crimen organizado— salió por la puerta grande, sin una sola carpeta judicial firme? ¿Por qué fue él el único expresidente que la Cuarta Transformación no tocó ni con el pétalo de una denuncia?

La respuesta es dolorosa: Peña Nieto pactó. Cedió el poder, dejó el camino libre, no obstaculizó el ascenso de López Obrador a la presidencia, y a cambio pidió lo único que le importaba: no ser tocado, no ser perseguido, no ser exhibido.

Mientras el país se encendía por el desfalco de Odebrecht, el caso Lozoya y la Casa Blanca, Peña Nieto ya planeaba su salida. El cálculo fue frío y preciso: entregar la presidencia con una derrota pactada —pero decorosa—, para garantizarse un retiro sin sobresaltos, lejos de la justicia mexicana, cómodo en Europa y fuera del alcance del ruido mediático. No era ingenuo. Sabía que con un juicio justo, él y su círculo más cercano podrían terminar en prisión.

El pueblo mexicano fue burlado. López Obrador llegó al poder con la bandera de la lucha contra la corrupción y la justicia histórica, pero en esa cruzada jamás incluyó a Peña Nieto. A Salinas lo insultó, a Calderón lo responsabilizó, a Fox lo ridiculizó. Pero Peña… Peña fue invisible. Silenciado en cada mañanera. Olvidado en cada discurso. ¿Por qué? Porque el precio de la paz política entre ambos era precisamente ese: el silencio como moneda de cambio.

Simulación política, ó perdón ciudadano. Pero hasta el día hoy no se realizó ningún juicio en contra la corrupción de ningún ex presidente de México.

Enrique Peña Nieto demostró que para él la ética pública nunca fue prioridad. Que su presidencia fue una pasarela de intereses, negocios, montajes y cinismo. Y que su último gran movimiento político fue no en favor del país, sino en su exclusivo beneficio: sellar un acuerdo con su “opositor”, para blindarse de la justicia, el juicio histórico y la memoria colectiva.

Y lo logró.

Hoy vive en paz y tranquilidad, alejado del estruendo, protegido por un pacto que traiciona los principios más elementales de la democracia. Hoy es cubierto por el manto de la impunidad, no ha enfrentado tribunales, no ha ofrecido disculpas. Solo sonríe. Porque supo negociar, como lo han hecho tantos expresidentes en este sistema podrido que simula castigar sin tocar a los verdaderos culpables.

Sonriente, relajado así es hoy la jubilación del ex presidente Enrique Peña Nieto.

Pero la historia no olvida. El pueblo puede ser paciente, pero no ciego. Enrique Peña Nieto no solo debe cargar con los escándalos de su sexenio, sino con el estigma de haber sido el presidente que se vendió al silencio, el hombre que prefirió pactar con su supuesto enemigo antes que enfrentar la verdad.

Ese será su legado: un símbolo de la impunidad protegida por los acuerdos que se firman en la oscuridad del poder.

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