El talón de Aquiles de la 4T no es una metáfora menor: es la fisura histórica que ha permitido al poder político y al crimen caminar de la mano.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 28 de mayo del 2025.
Desde los albores del PRI hegemónico hasta la alternancia del PAN y el neoliberalismo puro, el crimen organizado creció a la sombra del poder político. En los años ochenta, con el derrumbe de “El Padrino” colombiano, emergieron en México cárteles que tejieron alianzas oscuras con autoridades locales y federales. Los pactos y complicidades comenzaron como un susurro en los pasillos del poder y terminaron por permear instituciones, desde policías municipales hasta altos mandos de la burocracia. Documentales y series han retratado esos acuerdos mortíferos: rutas de trasiego, sobornos, “pagos de piso” y protección mutua, que fortalecieron a los cárteles y socavaron al Estado.

La alternancia en 2000 y la posterior “guerra contra el narco” de Felipe Calderón no lograron romper esos lazos; por el contrario, desataron una violencia desbordada que erosionó aún más la legitimidad estatal. Con Peña Nieto, los aparatos de seguridad se flexibilizaron y, bajo la etiqueta de “modernización neoliberal”, la corrupción siguió enquistándose. La impunidad se volvió norma, y los grupos criminales aprovecharon cada vacío para consolidarse en territorios, autoridades y esferas de poder.

Hoy, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo hereda este monstruo de mil cabezas como presidenta de México. En menos de un año de gobierno, se enfrenta a un fenómeno sin precedentes: cárteles que ya no solo trafican drogas, sino que deciden elecciones, controlan municipios enteros y extorsionan a empresarios y ciudadanos en todos los rincones del país. La alerta de Washington —que observa con preocupación la creciente injerencia criminal en la política mexicana— ha intensificado la presión internacional. La sombra del señalamiento como “terroristas” para algunos cárteles y la exigencia de cooperación total por parte de Estados Unidos subrayan la urgencia de una respuesta efectiva.

Frente a este reto, la presidenta Sheinbaum abandona tanto la estrategia beligerante de Calderón como la retórica de López Obrador de “abrazos, no balazos”. Junto al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, ha diseñado una ofensiva inteligente y coordinada: fortalecer la inteligencia interinstitucional, llevar a cabo operativos quirúrgicos contra las cabezas financieras y logísticas del narcotráfico, y reformar la Fiscalía para garantizar autonomía y transparencia en las investigaciones. Es un giro táctico que reconoce la complejidad histórica del problema: no basta con desplegar tropas en las calles, sino que es indispensable desmantelar la red de complicidades que ha permitido al crimen organizado enquistarse en el Estado.

Esta guerra no se gana de la noche a la mañana. La corrupción ha sido cultivada durante más de cuarenta años y ha arraigado hasta en los niveles más básicos de la administración pública. Sin embargo, la presidenta demuestra con cada decisión que no habrá concesiones ni pactos ocultos. La destitución fulminante de funcionarios señalados de colusión con el narcotráfico y la publicidad de los procesos judiciales buscan restablecer la confianza ciudadana y enviar un mensaje claro: en esta administración, la ley no es opcional.

“La soberanía se ama y de defiende”.
Dra. Claudia Sheinbaum Pardo
Presidenta de México
El costo político y social de esta batalla es alto. La violencia podría recrudecerse ante los golpes certeros contra las finanzas del crimen organizado. El desafío de proteger a testigos, periodistas y comunidades vulnerables llevará a un nuevo paradigma de protección integral. Pero la presidenta Sheinbaum y su equipo dan la cara por México, conscientes de que solo con un compromiso sin ambages será posible recortar los tentáculos de esta herencia maldita.

El talón de Aquiles de la 4T no es una metáfora menor: es la fisura histórica que ha permitido al poder político y al crimen caminar de la mano. Hoy, esa grieta es el principal desafío que define el futuro de la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. La forma en que enfrente este cáncer social e institucional marcará el rumbo de México en los años venideros. Entre la herencia de los pactos oscuros del pasado y la promesa de un nuevo combate —inteligente, transparente y sin concesiones—, se escribe la verdadera prueba de fuego de la Cuarta Transformación.