Política

El Silencio del Senado y la Voz de la Seguridad: Omar García Harfuch ante la Nación.

En su voz no hubo soberbia, hubo verdad.

Por: La Palabra Política.
CDMX, 23 de octubre del 2025.

Había silencio en el recinto.
De esos silencios que pesan, que no se oyen, pero que se sienten como una respiración contenida.
El Senado de la República, ese viejo edificio de mármol y discursos, se llenó de algo que pocas veces sucede en la política mexicana: respeto.
Los senadores esperaban, las cámaras apuntaban, y el país entero, aunque cansado de promesas, escuchaba con atención.

Mtro. Omar García Harfuch, Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno de México,

Entró Omar García Harfuch.
Sereno.
No con la altivez del poder, sino con el peso de quien carga sobre los hombros la responsabilidad de un país que aún no duerme tranquilo.
No necesitó levantar la voz ni alzar el puño; bastó su presencia. Bastó su historia. Bastó su palabra.

Y comenzó a hablar.

“La estrategia de seguridad está dando resultados”.

Mtro. Omar García Harfuch
Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno de México

Un discurso que no fue discurso.

Dijo que la seguridad no se promete, se construye.
Que no hay soluciones mágicas, ni treguas con el miedo.
Habló de resultados, de avances, de heridas que aún duelen.
Pero también habló con franqueza: “falta mucho por hacer”, repitió con la calma de quien no busca convencer, sino trabajar.

Su voz, firme, recorrió las bancas, las miradas, los rostros cansados de política.
Habló de cifras, pero también de historias; de policías que caen en cumplimiento del deber, de familias que esperan justicia, de jóvenes que merecen otro destino que no sea la cárcel o la tumba.

No hubo aplausos al inicio, ni arengas.
Sólo atención.
Y cuando terminó, el eco de su discurso se quedó flotando en el aire, mezclado con el murmullo de los senadores que, uno a uno, fueron cambiando el gesto de la confrontación por el del reconocimiento.

El aplauso de todos los colores.

En una escena pocas veces vista en la política mexicana, todas las fuerzas políticas se levantaron.
Aplaudieron.
Unos con entusiasmo, otros con resignación, pero todos con respeto.
Fue un momento inusual, casi simbólico: el poder, por un instante, dejó de pelear consigo mismo para reconocer la verdad más simple —que sin seguridad, no hay país posible.

El Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno de México y Senadores de la República.

Omar García Harfuch no se adornó con promesas.
Tampoco habló de victorias absolutas.
Habló de una batalla constante, de los “puntos sensibles” que el crimen organizado toca todos los días, y de los hombres y mujeres que, con uniforme y sin nombre, enfrentan a ese monstruo de mil cabezas.

“Estamos luchando —dijo—, y no vamos a detenernos.”
Y esa frase, tan simple, se quedó suspendida, como si el aire del Senado quisiera conservarla un poco más.

El peso de la responsabilidad.

Han pasado apenas doce meses desde que la Presidenta de México Claudia Sheinbaum Pardo le encomendó la tarea más difícil: devolverle la tranquilidad a los mexicanos.
Y en un año, los avances no son menores.
Los índices de violencia han comenzado a ceder en puntos críticos, las operaciones conjuntas se multiplican, y la estrategia de inteligencia se impone sobre la improvisación.

Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, Presidenta de México y el Mtro. Omar García Harfuch.

Pero Harfuch no vende milagros.
Habla de lo que falta, de lo que duele, de lo que aún no se logra.
Reconoce que el miedo no se borra con discursos, sino con resultados.
Y esos resultados —aunque lentos, aunque incompletos— empiezan a sentirse.

Su liderazgo no es de los que gritan; es de los que actúan.
No busca cámaras ni reflectores.
Busca calles seguras, familias tranquilas, y un país que deje de despertar con noticias de sangre.

Más que una comparecencia.

Lo que ocurrió en el Senado no fue sólo una rendición de cuentas.
Fue una conversación con la nación.
Un encuentro entre el poder y el pueblo, entre la esperanza y la realidad.
Harfuch no habló para los senadores; habló para los mexicanos que viven con el alma en vilo, para los que rezan al salir de casa, para los que aún creen que la seguridad es posible.

En su voz no hubo soberbia.
Hubo verdad.
Y en tiempos donde la política se disfraza de espectáculo, eso fue lo más poderoso.

El guardián silencioso.

Cuando terminó la sesión, el eco de su voz quedó en las paredes.
Los senadores se retiraron, los periodistas cerraron sus libretas, y el país siguió su marcha.
Pero algo cambió.
Tal vez un poco de confianza, tal vez un poco de fe.
Porque Omar García Harfuch, con su temple sereno y su mirada directa, se ha convertido en algo más que un Secretario de Seguridad: es el guardián silencioso de la esperanza mexicana.

Y mientras afuera el ruido del tráfico mezclaba bocinas y murmullos, adentro, en los pasillos del Senado, aún se hablaba de él.
De su serenidad.
De su verdad.
De esa manera tan suya de enfrentar el peligro sin levantar la voz.

En un país cansado de promesas, lo único que nos queda es la fe en quienes, con paso firme, aún creen que vale la pena luchar por la paz.

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