López Obrador no regresará porque quiera volver. Regresará porque el movimiento lo necesita para seguir siendo hegemonía.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 10 de noviembre del 2025.
Hay partidos que nacen desde una oficina; otros desde una oportunidad electoral. Morena no nació así. Morena nació desde la perseverancia de una sola figura que caminó el país entero, tocó puertas, plazas, radios comunitarias y caminos polvorientos, hasta convertir su causa en sentimiento colectivo. Ese hombre fue Andrés Manuel López Obrador. Por eso, aunque Morena hoy gobierna, aunque conserva la banda presidencial, el Congreso y territorios completos, la verdad política que flota en el ambiente es clara: el movimiento aún necesita a su fundador.

Tras su salida del poder, el partido quedó ante una realidad que ya se siente entre militantes y ciudadanos. Ganar elecciones dejó de ser un acto natural. Antes bastaba con la mística, con la convicción, con la emoción de sentirse parte de un cambio histórico. Hoy, para ganar, hay que negociar, sostener alianzas, invertir más, corregir fracturas internas, apagar incendios que nacen dentro del mismo movimiento. Lo que antes era fuerza espontánea, ahora es maquinaria que requiere mantenimiento constante, precisión y recursos. Y a veces, demasiados recursos.

La disputa interna se ha vuelto evidente. El partido vive luchas por territorios simbólicos y reales. Hay corrientes que buscan convertirse en dueñas de la marca, cuadros emergentes que discuten el rumbo y viejos operadores que sienten que se han quedado al margen. La dirigencia navega aguas turbulentas. Lo saben ellos. Lo saben los militantes. Lo saben también los ciudadanos que dieron su voto.
Y todo esto lo sabe López Obrador. No porque le informen, sino porque conoce la conducta de los movimientos políticos como quien conoce el pulso de su propio cuerpo. Él dejó un partido robusto, disciplinado, con sentido histórico. Hoy lo observa menos cohesionado, menos inspirado, más administrativo que espiritual. Antes, Morena era una ola. Hoy, a veces, parece un barco que pelea contra su propio viento.

El expresidente también entiende algo que pocos admiten en público: Morena no es un partido que pueda sostenerse únicamente por estructura. Nació como movimiento. Se alimenta de emoción, de narrativa, de sentido. Su motor no es la burocracia, sino el relato. Y ese relato, aún, tiene un solo autor.
En los pasillos políticos se comenta algo que ya no pertenece al rumor, sino al análisis estratégico: el movimiento ha comenzado a perder lealtades duras. No todas. No de manera irreversible. Pero la fractura se siente. La mística se ha diluido en algunos espacios y el voto emocional ha sido reemplazado por el voto administrado. Cuando eso ocurre, los triunfos se encarecen. Y cuando los triunfos se encarecen demasiado, los movimientos se vuelven vulnerables.

López Obrador lo sabe. Observa cómo, en ciertos estados y campañas recientes, las victorias se logran con inversiones altas, estructuras forzadas, mecanismos de presión y negociaciones complejas. No se gana tan fácilmente. Se constata: ganar ya no es tan sencillo. Y cuando ganar cuesta demasiado dinero, también se comienza a investigar desde fuera. Washington, por ejemplo, tiene los ojos puestos en los flujos de financiamiento político en México. No es secreto. Es geopolítica. Y eso coloca al movimiento en un punto delicado.
De ahí que el 2026 se asome en el horizonte no como un año cualquiera, sino como un retorno necesario. No un regreso al cargo, ni al poder administrativo. Eso ya se cerró. Se trata de un retorno moral, simbólico, estratégico. Una reaparición para reordenar, reconectar, reencender.

La política tiene momentos en los que el líder debe hacerse a un lado para dejar que la estructura se pruebe sola. Eso ya ocurrió. Pero también tiene momentos en los que el líder debe volver para recordar al movimiento quién es y para qué existe. Morena necesita recuperar el sentimiento que lo hizo invencible. Y ese sentimiento tiene nombre, voz y rostro.
El próximo año, López Obrador no regresará porque quiera volver. Regresará porque el movimiento lo necesita para seguir siendo movimiento y no volverse solamente un partido más. Volverá para sostener la mística, para devolverle alma a la estructura, para reconectar la causa con el pueblo que la hizo posible.
Porque hay partidos que se sostienen con oficinas.
Pero hay movimientos que solo viven cuando su líder aún respira dentro de ellos.
Y la voz que fundó a Morena, todavía no ha dicho su última palabra.


