El mensaje de la Presidenta es claro: la politiquería no tiene cabida en un país que exige resultados.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 11 de diciembre del 2024.
En un mensaje contundente, directo y necesario, la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, ha alzado la voz para exigir a los gobernadores de los estados que se hagan responsables de la seguridad en sus regiones. Su discurso no fue una mera solicitud diplomática, sino un regaño público que expuso, sin rodeos, las carencias en el compromiso y la acción de varios mandatarios estatales.
«Dejen la politiquería», sentenció Sheinbaum, en un llamado que resuena no solo como una instrucción, sino como un reflejo de la frustración de millones de mexicanos que, día a día, enfrentan los estragos de la violencia y la inseguridad en sus comunidades.
La «chorcha» de los gobernadores.
Mientras el crimen organizado sigue extendiendo su poder en varias regiones del país, muchos gobernadores parecen más interesados en sus pasarelas políticas, en tomarse la foto del día o en perpetuar discursos vacíos que en enfrentarse de manera seria a los retos que les exige el cargo. La crítica de la Presidenta Sheinbaum es válida: los gobernadores no pueden seguir esperando que el Gobierno Federal haga todo el trabajo.
La seguridad pública es una responsabilidad compartida, pero también es, fundamentalmente, una labor local. Nadie conoce mejor las problemáticas específicas de un estado que su propio gobernador, pero la falta de acciones concretas y la inercia de «administrar problemas» en lugar de solucionarlos ha convertido a varios mandatarios estatales en simples espectadores del avance del crimen organizado.
Falta de liderazgo estatal.
En muchos casos, la incompetencia y el desinterés son evidentes. Gobernadores que prefieren invertir su tiempo en construir plataformas políticas personales, pensando en las elecciones venideras, mientras sus estados arden en violencia. Políticos que destinan más recursos al marketing y la propaganda que a fortalecer sus policías locales o a implementar estrategias serias para proteger a sus ciudadanos.
Es imperdonable que, mientras miles de familias lloran la pérdida de sus seres queridos a causa de la violencia, haya mandatarios que actúen con desidia y, peor aún, culpen únicamente al Gobierno Federal de sus fracasos.
El apoyo está sobre la mesa, ¿qué falta?
Sheinbaum lo dejó claro: los gobernadores tienen el respaldo del Gobierno Federal. No hay excusas para seguir evadiendo su responsabilidad. La Federación ha brindado recursos, ha fortalecido la Guardia Nacional y ha diseñado estrategias integrales, pero esto no puede sustituir el liderazgo que debe venir desde los gobiernos estatales.
El discurso de la Presidenta no es un ataque partidista ni una maniobra política; es una exigencia legítima para que los gobernadores dejen de delegar su responsabilidad y se pongan a trabajar. No importa si pertenecen a Morena, al PAN, al PRI o a cualquier otro partido: los ciudadanos no quieren gobernadores que se excusen tras la falta de recursos o la complejidad de la problemática; quieren líderes que se ensucien las manos y encuentren soluciones.
¿Dónde está la acción?
El llamado de Sheinbaum evidencia un problema profundo: la falta de voluntad política de muchos mandatarios estatales. Gobernadores que prefieren esperar a que llegue la Guardia Nacional a resolver los problemas en sus territorios en lugar de invertir en fortalecer sus policías locales. Líderes que no muestran la menor intención de coordinarse con los municipios y con la Federación, y que, en cambio, se dedican a la «grilla», a pelear por protagonismos políticos y a lanzar críticas vacías.
Esta actitud es inadmisible. México no puede darse el lujo de tener gobernadores inoperantes o distraídos en tiempos en los que la violencia sigue arrebatando vidas y destruyendo comunidades.
El mensaje es claro.
El jalón de orejas de Claudia Sheinbaum es un acto de valentía y liderazgo que pocos se atreven a dar. Gobernar no es un concurso de popularidad ni una pasarela de discursos grandilocuentes; es asumir responsabilidades, tomar decisiones difíciles y rendir cuentas.
Si los gobernadores no están dispuestos a trabajar, si prefieren mantenerse en la comodidad de sus oficinas mientras el país enfrenta retos mayúsculos, entonces es momento de que reconsideren su lugar en la política. México necesita líderes comprometidos, no figuras decorativas.
El mensaje de la Presidenta es claro: la politiquería no tiene cabida en un país que exige resultados. Ahora corresponde a los gobernadores demostrar si están a la altura del desafío o si prefieren seguir siendo parte del problema.