El alcalde de Monterrey consolida una estructura política sólida, con sello propio, y se prepara silenciosamente para dar la batalla más importante de su carrera.
Por: La Palabra Política.
Monterrey, Nuevo Léon 21 de octubre del 2025.
En el norte de México, donde la política se mide con carácter, estrategia y resultados, un nombre empieza a retumbar con fuerza: Adrián de la Garza Santos. El actual alcalde de Monterrey, curtido en la experiencia, templado en la adversidad y con una visión más pragmática que ideológica, está trazando su propio camino hacia la gubernatura de Nuevo León.

Desde que asumió la administración de Monterrey, De la Garza se propuso un reto que pocos se atreven a enfrentar: gobernar con independencia, marcar distancia del discurso tradicional del PRI y construir una identidad política moderna, cercana a la ciudadanía, que conecte con las nuevas generaciones sin romper con la base sólida de su trayectoria.

Su gobierno se ha desarrollado en tres fases claras. La primera: recuperar la confianza ciudadana. Monterrey, una de las ciudades más complejas y exigentes del país, pedía resultados, no discursos. Adrián lo entendió y se enfocó en las tareas que más impactan al día a día de la gente: renovar los espacios públicos, mejorar las vialidades, iluminar las calles, rescatar parques y dar seguridad a los barrios.

La segunda fase: crear un modelo de gestión moderno, ordenado y humano. No se trataba solo de pavimentar calles, sino de construir comunidad. Así nacieron programas sociales para jóvenes, mujeres, personas mayores y niños con discapacidad. El alcalde apostó por el tejido social como la base de una Monterrey más segura y con oportunidades para todos.

Y la tercera fase, quizás la más ambiciosa: consolidar su proyecto político y territorial. De la Garza ha entendido que los liderazgos no se improvisan, se tejen. Con paso firme, ha sumado simpatías más allá del PRI, tendiendo puentes con empresarios, organizaciones civiles y nuevos cuadros ciudadanos. Su figura empieza a sobresalir no solo como alcalde, sino como un político de visión estatal.

Su gran carta, sin embargo, sigue siendo la seguridad, el sello que lo catapultó como una figura de orden y eficacia. En un país donde la violencia se ha normalizado, Monterrey destaca como una ciudad que ha recuperado parte de su tranquilidad gracias a políticas firmes y estrategias inteligentes.

Pero detrás del funcionario disciplinado, hay un estratega político que observa con calma el tablero del 2027. Adrián de la Garza Santos sabe que la próxima elección será una guerra abierta: Movimiento Ciudadano no querrá soltar el poder que conquistó con Samuel García, y el PRI necesita un rostro que devuelva credibilidad, que encarne la renovación que el partido lleva años prometiendo.

Y ese rostro, hoy por hoy, es el suyo.
De la Garza no levanta la voz con estridencia, no busca pleitos mediáticos. Prefiere construir silenciosamente, paso a paso, tejiendo alianzas donde otros rompen puentes. Su estilo es sobrio, calculador, pero profundamente efectivo. En política, a veces los que menos gritan son los que más lejos llegan.

A diferencia de muchos, ya demostró que puede ganar contra corriente. Le arrebató Monterrey al Movimiento Naranja, aun con todo el aparato estatal en su contra. Ese triunfo no fue casualidad, fue estrategia pura: territorio, estructura y narrativa. Lo hizo una vez, y está dispuesto a hacerlo de nuevo.

Mientras algunos miran hacia el sur para entender el futuro político de México, en el norte, Adrián de la Garza está construyendo su propia historia. La de un político que no se rinde, que aprendió de las derrotas, que sabe esperar y que, cuando llega su momento, no duda en tomarlo.
Porque en Nuevo León, donde la política se juega con cabeza fría y mano firme, el reloj del 2027 ya empezó a correr, y Adrián de la Garza Santos parece tener todo listo para dar el siguiente paso: convertirse en el nuevo gobernador de Nuevo León.