La Cuarta Transformación mexicana aspira a consolidar un proyecto de justicia social e independencia nacional, alineado con la herencia de Fidel Castro y Hugo Chávez.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 5 de mayo del 2025.
Hace siete años, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador marcó un quiebre histórico en México: no solo cambió de mando, sino que significó la llegada al poder de un proyecto político alimentado por las ideas de la izquierda continental. Junto con AMLO irrumpió un movimiento cuya genealogía arranca en la Revolución Cubana de Fidel Castro Ruz y se ramifica a través de líderes como Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel. Ese “cosmos ideológico” latinoamericano, forjado en la resistencia antiimperialista y en la pugna contra el neoliberalismo, encontró en México un gran aliado dispuesto a desplazar el régimen económico y social imperante.

El legado de Fidel y Chávez: una plantilla replicada.
Así como un motorista calca en espejo el trazo de otro para no perder la ruta, el gobierno de México hoy es copia exacta —un calco— de los modelos cubano y venezolano. En su forma de gobernar y de pensar, la administración federal reproduce el discurso de Fidel Castro sobre la supremacía del Estado como garante del bienestar, y el estilo carismático de Hugo Chávez al hablar de “pueblo” frente a “oligarquías”. La “Cuarta Transformación” se alinea, sin matices, con la retórica cubana de la “revolución permanente” y con el chavismo de “la patria socialista”.
“Ser rico es malo, es inhumano. Así lo digo y condeno a los ricos”.
(2005)
Hugo Chávez Frías
Ex presidente de Venezuela
Consolidación de un proyecto socialista.
El gobierno de la “Cuarta Transformación” como continuidad natural de la Revolución Cubana y del Socialismo del Siglo XXI impulsado por Fidel Castro y Hugo Chávez. En la práctica, esto se traduce en la intervención del Estado en los sectores de energía, salud y educación, asumiendo como propios los principios de la propiedad social de los recursos estratégicos. A esta estatización se suman programas de apoyo directo a los ciudadanos —pensiones universales, becas para jóvenes y apoyos a comunidades vulnerables— muy en la línea de las misiones sociales de Venezuela, concebidas para generar lealtad política a través del auxilio masivo.

“No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”.
Andrés Manuel López Obrador
Ex presidente de México.
Además, la forma de comunicarse con la población evoca directamente las metodologías de Fidel y Chávez. Las conferencias matutinas obligatorias, los mensajes presidenciales transmitidos en cadena nacional y el estilo discursivo que enfrenta al “pueblo” contra los “poderosos” reproducen el modelo de alocuciones diarias de Castro y los programas periodísticos de Chávez. Esta estrategia de comunicación no solo busca informar, sino consolidar un vínculo emocional y una dependencia electoral que muchos comparan con el clientelismo político de los regímenes caribeños.

La transición al socialismo y el horizonte comunista.
Aunque México opera dentro de una democracia multipartidista, el eje de su política actual coquetea con el comunismo puro: la primacía del Estado en la economía, la redistribución de ingresos y la defensa de la soberanía energética. En este sentido, el gobierno calca la hoja de ruta de Cuba y Venezuela: primero estatizar los sectores clave, luego construir apoyos populares mediante subsidios y, finalmente, apuntar hacia una sociedad sin clases oligárquicas. El comunismo clásico, con su abolición del desfalco neoliberal rapaz capitalista que ha robado a los gobierno de México por años, pone un freno. Hoy la reproducción de la forma del gobierno de México comunista de la 4T. Lleva la visión ideológica del fidelismo y el chavismo. Mantener el control total del estado.

La Cuarta Transformación mexicana aspira a consolidar un proyecto de justicia social e independencia nacional, alineado con la herencia de Fidel Castro y Hugo Chávez. Pero la vitalidad de esa herencia dependerá de la capacidad de México para aprender de sus mentores caribeños: preservar la solidaridad social y la intervención del Estado sin caer en la rigidez de un modelo inamovible; combinar el discurso revolucionario con la apertura democrática; y asegurar la sostenibilidad económica evitando la trampa de las subvenciones infinitas. Solo así la nación evitará que el calco se convierta en una copia agotada, y mantendrá viva la llama de un socialismo adaptado al siglo XXI.