Política

El Derrumbe del Discurso: Cuando la Mentira ya no Convence.

El engaño tiene fecha de caducidad, y en México ese día ya llegó.

Por: La Palabra Política.
CDMX, 23 de septiembre del 2025.

Hay discursos que nacen con fuerza, que emocionan, que prometen un futuro distinto. Pero como todo teatro, llega un momento en que el telón cae y la escenografía se desmorona. Eso es lo que hoy le sucede al partido en el poder, MORENA: el guion de la mentira, de la manipulación y de la narrativa del engaño social empieza a agotarse, a desmoronarse frente a los ojos de millones de mexicanos que, a pesar de lo que se pensaba, no son tan fáciles de engañar.

Andrés Manuel López Obrador, aquel líder que construyó una maquinaria política imbatible, dejó escapar en una de sus mañaneras la confesión más cruda: que la base de su triunfo estaba en la gente pobre, en quienes —según él mismo— tenían menor acceso a la educación, la lectura y la escritura. Ese sector vulnerable se convirtió en la “clientela segura” de votos. Y funcionó. Ganó la Presidencia, consolidó a su partido y durante años parecía intocable.

Pero el tiempo, ese juez silencioso e implacable, ha puesto las cosas en su lugar. AMLO y su partido creyeron que la ignorancia era eterna, que la pobreza era estática, que el mexicano seguiría indefenso ante la manipulación. No calcularon una verdad elemental: el mexicano es inteligente por naturaleza. El campesino que mira su tierra, el obrero que sobrevive con salario mínimo, el indígena que carga con siglos de resistencia, poseen un sentido común más poderoso que cualquier narrativa fabricada desde Palacio Nacional.

Pueblo originarios mexicanos, el despertar de la nueva conciencia social y política del país.

El “gran cambio” prometido se reveló como un simple cambio de colores. Lo que se juró erradicar —corrupción, violencia, impunidad, nepotismo— no solo sigue presente, sino que en muchos casos se ha profundizado. Los cárteles crecieron, el huachicol continúa, los casos de lavado de dinero se multiplican y la violencia se volvió paisaje cotidiano. La promesa de terminar con los demonios del pasado neoliberal se transformó en otra farsa: los demonios no murieron, solo se mudaron de oficina.

La narrativa oficial sigue intentando tapar el sol con un dedo. Desde Palacio Nacional se insiste en que todo marcha bien, que el enemigo son los medios, que los críticos son traidores, que la oposición es corrupta. Pero cada vez menos mexicanos compran ese discurso. Los mismos “pobres ignorantes” que el partido creyó tener en la bolsa están más despiertos, más conscientes, más vivos. Ya no se tragan la versión oficial cuando en su barrio escuchan balaceras, cuando en su pueblo falta el médico, cuando en su familia alguien desaparece.

“La Barredora” grupo del crimen organizado que se consolido en el sexenio de MORENA.

La desesperación se nota en el tono de los voceros del poder. Sus contradicciones, sus ataques contra todo aquel que no aplaude, su furia contra la crítica, son síntomas de un relato que perdió credibilidad. Porque nada indigna más al pueblo que insultar su inteligencia. Y eso es exactamente lo que hoy hace MORENA.

El mito de la “Cuarta Transformación” se enfrenta a su prueba más dura: la realidad. Y la realidad no perdona, no manipula, no obedece a propaganda. La realidad es más corrupción, más violencia, más poder de los cárteles, más nepotismo, más simulación. El teatro se cae, las luces se apagan, y lo que queda al descubierto es lo que siempre estuvo ahí: un grupo político igual o peor que el que juraron desterrar.

Indígenas de Chiapas marchan por paz y justicia.

El engaño tiene fecha de caducidad, y en México ese día ya llegó. La mentira se desgasta, la manipulación se agota y la gente no es la misma que hace seis años: hoy observa, cuestiona y despierta. MORENA quiso gobernar con el mito de la ingenuidad del pueblo, pero subestimó al verdadero motor de esta nación: la inteligencia colectiva, la dignidad y el sentido común del mexicano. El telón del engaño cayó, y lo que queda no es la farsa del poder, sino un país que ya no está dispuesto a ser espectador de su propio sometimiento.

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