Política

El Capitán América Toca la Puerta: La Posible Intervención de Estados Unidos en el Corazón del Narcoterrorismo Mexicano.

La CIA, el FBI, la DEA y la NSA. No son rumores. No son hipótesis. Son expedientes.

Por: La Palabra Política.
CDMX, 5 de noviembre del 2025.

En los cómics, Capitán América aparece cuando el mundo se encuentra al borde del colapso moral, cuando el crimen ha devorado el orden y la justicia yace enterrada bajo los escombros de la corrupción.
Eso, que antes parecía ficción, hoy comienza a tener un eco inquietante en la realidad mexicana.

México se desangra entre territorios tomados por los cárteles, pueblos sitiados, gobiernos municipales arrodillados, fuerzas estatales cooptadas, legisladores comprados, empresarios intimidados y una ciudadanía sometida al miedo cotidiano. El crimen no es ya una amenaza externa. Es un poder paralelo. Es un sistema. Es quien dicta la vida y la muerte.

Y ese fenómeno, que hoy se vive en cada carretera, cada frontera, cada barrio y cada estado, no termina en México.
Se filtra, avanza y contamina, irreversiblemente, a los Estados Unidos.

El paso de droga.
El tráfico de armas.
El contrabando de migrantes utilizados como esclavos del narco.
El lavado de dinero en bancos, constructoras y paraísos fiscales.
La infiltración de células criminales en territorio estadounidense.

Todo ello ha sido documentado, investigado y archivado por la CIA, el FBI, la DEA y la NSA. No son rumores. No son hipótesis.
Son expedientes.

Y en esos expedientes hay nombres.
Nombres de alcaldes.
Nombres de gobernadores.
Nombres de legisladores.
Nombres de funcionarios federales.

Es la radiografía completa de un Estado que, desde hace años, comenzó a ser colonizado desde adentro.

Donald J. Trump lo ha dicho, directa y públicamente, sin metáforas:
México está bajo el dominio del narcoterrorismo.

Y aunque desde Palacio Nacional se responda con discursos solemnes sobre soberanía, respeto y autodeterminación de los pueblos, en los hechos la soberanía se perdió cuando el gobierno permitió que los cárteles administraran regiones enteras del país.

Porque un país soberano controla su territorio.
Y hoy México no controla el suyo.

Esa es la verdad que el Gobierno de Estados Unidos no solo conoce, sino que asume como amenaza directa a su seguridad nacional.

Por eso, Donald J. Trump —empresario, estratega, animal político, y sobre todo presidente que no juega a la debilidad— está a un paso de tomar una de las decisiones más determinantes para el siglo XXI:

Intervenir, directa o indirectamente, para combatir al narcoterrorismo en territorio mexicano.

No por desprecio hacia México.
No por confrontar a la presidenta Claudia Sheinbaum.
No para humillar al gobierno en turno.

Sino por una razón brutalmente simple:

Estados Unidos no permitirá que un país vecino colapsado por el crimen se convierta en una amenaza estructural para su seguridad interna.

Trump ha sido diplomático.
Ha sido respetuoso.
Ha dado tiempo.
Ha dado avisos.
Ha dado información.
Pero no ha visto acción real.

El gobierno mexicano entrega nombres, entrega mandos medios, entrega pequeñas células.
Pero evita tocar la raíz.
Evita tocar las alianzas.
Evita tocar las estructuras políticas que hoy protegen a los cárteles.

Y el reloj se está agotando.

Trump no amenaza por retórica.
Trump no presiona para negociar.
Trump se prepara para ejecutar.

En silencio —en los márgenes, en la sombra— las agencias estadounidenses ya operan en México.
No con uniformes.
No con banderas.
No con discursos.

Sino como fantasmas.

Como el Capitán América cuando todavía no aparece en portada, pero ya está dentro del campo de batalla, estudiando sus movimientos, mapeando objetivos, trazando rutas, identificando traiciones.

La intervención no llegará con tanques.
Llegará con precisión.
Con inteligencia quirúrgica.
Con operaciones que no se anuncian: se ejecutan.

México está a un instante —a un chasquido— de asistir a un hecho histórico:

La guerra contra el narcoterrorismo librada desde afuera porque desde adentro fue imposible.

Y cuando suceda, el gobierno podrá decir que defiende la soberanía.
Pero la pregunta será:

¿Qué soberanía?

¿La que se entrega al pueblo?
¿O la que se negocia con los cárteles?

En esta historia, como en el cómic, el Capitán América no llega para dialogar.
Llega para restaurar el orden donde el Estado dejó de existir.

Y México, hoy, está peligrosamente cerca de ese punto.

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