Política

El Caos Silencioso de MORENA: Cuando el Poder Desborda al Proyecto.

El pueblo ya lo sabe. El tiempo de la fe ciega terminó. El juicio de la calle ya comenzó.

Por: La Palabra Política.
CDMX, 13 de mayo del 2025.

En política, los ciclos de esperanza suelen terminar ahogados en los pantanos del desencanto. Eso es lo que hoy empieza a vivir el movimiento que prometió transformar al país desde sus cimientos: MORENA, el partido de la esperanza, está entrando en su etapa de descomposición política, un fenómeno que no se genera por la traición de la oposición, sino desde dentro, por quienes detentan el poder sin comprender su verdadero significado.

El caos se crea como síntoma de la nube absoluta del poder total.

MORENA nació con un mandato ético: limpiar la casa, erradicar la corrupción, gobernar con el pueblo y para el pueblo. Su nacimiento fue genuino, su llegada al poder fue arrolladora, su narrativa profundamente humana. Pero hoy, con gobiernos estatales desbordados, presidentes municipales rebasados, secretarías de estados sin rumbo y una gobernanza desconectada de la realidad, el movimiento vive una de sus mayores crisis: la de creerse invencible.

El caos que se empieza a respirar al interior de MORENA no es producto de una conspiración externa, sino de la soberbia interna. Gobernadores que se sienten virreyes, alcaldes que replican el viejo manual del caciquismo político, legisladores que legislan para su beneficio y no para el pueblo. La promesa de la transformación se empieza a diluir entre escoltas, camionetas blindadas, relojes de lujo y discursos reciclados.

El problema de fondo es que muchos morenistas hoy confunden gobierno con poder, y el poder con impunidad. Creen que por tener mayoría, todo se puede. Que el pueblo puede esperar, que los errores se maquillan con programas sociales, que basta con repetir frases del presidente para mantener la lealtad ciudadana. Pero el pueblo ya aprendió. Ya vio. Ya entiende. No quiere más promesas: quiere resultados.

Y esos resultados no están llegando. La inseguridad crece, los servicios públicos se deterioran, los proyectos estratégicos quedan a medias o no inician. El discurso de “primero los pobres” comienza a sonar hueco cuando los pobres siguen igual o peor, mientras los nuevos gobernantes repiten los vicios de los que decían combatir. ¿Qué cambió entonces? ¿Dónde está la transformación?

En muchos estados gobernados por MORENA, el orden institucional comienza a colapsar. Surgen protestas, bloqueos, movimientos sociales que ya no esperan intermediarios. El pueblo sale a las calles, no por consigna partidista, sino por necesidad. Exige respuestas visibles, palpables. La paciencia se agota. Las promesas incumplidas se acumulan. El desencanto crece.

El fenómeno es más profundo de lo que parece: no es solo una crisis de resultados, es una crisis de coherencia. MORENA se vendió como un proyecto ético, moral, regenerador. Pero hoy la egolatría, el personalismo, el culto a la imagen y la verticalidad autoritaria desdibujan aquella promesa. La militancia crítica es silenciada, la sociedad civil ignorada, los liderazgos locales sustituidos por operadores fieles pero ineficaces.

El país no necesita mesías ni profetas del micrófono: necesita estadistas, gobernantes con estrategia, con humildad, con capacidad técnica y con compromiso social. Necesita volver a la raíz de la transformación: al contacto con el pueblo, a la escucha activa, a la solución de problemas concretos. Lo contrario al caos es el orden con sentido. Y ese orden solo se logra con autocrítica, con revisión interna y con una depuración ética de quienes hoy usan la 4T como bandera pero gobiernan como el PRI más rancio.

Si MORENA no se corrige, se encamina al mismo precipicio que sus antecesores. No por falta de apoyo social, sino por perder el vínculo emocional y práctico con quienes les dieron el poder. El pueblo ya no es ingenuo. El pueblo ya no aplaude la retórica: quiere justicia, resultados, respeto y un gobierno que cumpla, no que se sirva.

Hoy, lo que crece no es la consolidación del movimiento, sino la anarquía dentro de sus propias filas. El mayor enemigo de MORENA no es la derecha, no es la oligarquía ni los medios: es el caos que genera el ego desenfrenado de muchos de sus gobernantes.

La transformación no puede darse con simulación. O se corrige el rumbo, o la historia terminará escribiendo el mismo epílogo: otro partido más que decepcionó al pueblo.

Y en el fondo, el pueblo ya lo sabe. El tiempo de la fe ciega terminó. El juicio de la calle ya comenzó.

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