Su alcaldesa convirtió la indignación en acción.
Por: La Palabra Política.
Cuauhtémoc, CDMX 6 de mayo del 2025.
Cuando Alessandra Rojo de la Vega ganó la alcaldía de Cuauhtémoc, muchos la vieron como una brisa fresca frente al vendaval de desfalcos y extorsiones que habían anidado en esa demarcación. Hoy, a pocos meses de su toma de posesión, ha demostrado que su palabra no se queda en promesa: sus acciones han ido directamente al corazón de la corrupción que marcó los gobiernos anteriores.

“Nosotras estamos luchando frontalmente contra la corrupción, estamos luchando contra el sistema corrupto”.
Alessandra Rojo de la Vega.
Alcaldesa de la Delegación Cuauhtémoc
La herencia fue apabullante. Bajo la gestión de Sandra Cuevas, se tejieron redes de “moches”, cobros ilegales a comerciantes y hasta presiones a empleados públicos para engrosar bolsillos ajenos. El patrimonio y el erario de Cuauhtémoc se convirtieron en botín de una alianza que, sin pudor, pactó impunidad con el poder.
Alessandra Rojo de la Vega salió del discurso fácil y abrazó la ley. Su primera jugada fue auditar contratos y gastos de la administración pasada. Al hacerlo, descubrió irregularidades millonarias y, a diferencia de otros, no guardó silencio: presentó denuncias penales, demando el desfalco de las cuentas y congeló privilegios. No hay titubeos cuando anuncia “caiga quien caiga”; la fiscalía local ya investiga a exfuncionarios que creían blindarse tras artimañas políticas.

Los comerciantes de la Cuauhtémoc —cansados de cuotas extorsivas— encontraron en la alcaldesa un escudo protector. Ahora tienen canales directos de denuncia y han visto desaparecer el clásico “derecho de piso” que les cobraban. Funcionarios sospechosos de lucrar con el presupuesto han sido relevados de inmediato, y a la opacidad se le cambió por contratos a la vista de los ciudadanos.
Este pulso contra la corrupción no sólo restaura la confianza en el gobierno local; es un acto de reparación social. Con cada carpeta de investigación abierta, Rojo de la Vega envía un mensaje inequívoco: el poder público no es negocio privado. Y lo hace sin alharacas mediáticas, sino con decretos que desembocan en resultados judiciales concretos.

“Sería lamentable que quedara impunes todos los delitos y tramas de corrupción de la anterior administración”.
Alessandra Rojo de la Vega
Alcaldesa de la Delegación Cuauhtémoc
Quizá el logro más impactante sea haber sentado las reglas: hoy, cualquier servidor público de Cuauhtémoc sabe que responderá ante un juez si desvía un peso. Esa certeza —más que discursos— construye memoria ciudadana.
Más allá de los reflectores y la lógica de la revancha, esta alcaldesa demuestra que hay otro camino: el de la responsabilidad y la firmeza. No se trata de venganzas, sino de restañar el tejido político y social. En un panorama donde la corrupción parecía invencible, Alessandra Rojo de la Vega juega sus cartas con audacia y demuestra que, cuando la ley se impone sin miedo, incluso las tribus del desfalco retroceden.

Cuauhtémoc respira distinto: su alcaldesa convirtió la indignación en acción, y esa es la mejor síntesis de un liderazgo que no se parapeta tras discursos, sino que entrena sus rifles en manos de la justicia.