Política

Claudismo: La Nueva Marea que Blinda a la Presidenta Sheinbaum.

La Presidenta ha entendido que los verdaderos peligros no están solo en la oposición tradicional, sino en su propia casa.

Por: La Palabra Política.
CDMX, 16 de mayo del 2025.

En la compleja arquitectura del poder mexicano, la llegada de Claudia Sheinbaum Pardo a la Presidencia de la República no solo representó la continuidad del lopezobradorismo, sino la gestación de una nueva corriente interna en Morena: el Claudismo. Esta nueva fuerza, cuidadosamente tejida desde que Sheinbaum asumió el cargo como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, ha madurado hasta convertirse en un verdadero escudo político y estratégico frente a las turbulencias que amenazan la cohesión del partido gobernante.

La Presidenta de México ha conformado y consolidado su propio grupo político el “Claudismo”

A diferencia de las tribus tradicionales que desde hace años disputan el control del movimiento —como el grupo de Ricardo Monreal, la facción de Adán Augusto López, los operadores de Marcelo Ebrard, el bloque político de Mario Delgado o la célula familiar del hijo del expresidente, Andrés Manuel López Beltrán—, el Claudismo no busca protagonismos abruptos ni cuotas a toda costa. No se funda en la confrontación ni en la traición sistemática. Es una fuerza silenciosa, técnica, leal, que se mueve con estrategia y sin aspavientos, y que pone su centro de gravedad en una sola figura: la Presidenta.

Claudia Sheinbaum, consciente de las tensiones internas y del desgaste natural de un partido que pasó de la movilización a la institucionalidad, ha optado por una ruta diferente a la del conflicto: la de blindarse sin responder, la de consolidar sin chocar, la de construir una nueva élite política que funcione como dique frente a las presiones externas e internas. El Claudismo nace de esa visión: una corriente que no pretende desmembrar a Morena, pero sí disciplinarlo; que no busca enfrentarse a los liderazgos históricos, pero sí contener sus excesos.

Lo que distingue a este nuevo bloque es su racionalidad estratégica. Mientras los otros grupos apuestan al desgaste, a los golpes mediáticos, a la filtración y al posicionamiento personal rumbo al 2030, el Claudismo ha elegido ser el engranaje que sostiene el proyecto presidencial en curso. Sabe que la Presidenta necesita más operadores que tribunos, más técnicos que demagogos, más ejecutores que voceros. Y ese papel lo están cumpliendo, con discreción, los cuadros que integran su primer círculo: cercanos, disciplinados, comprometidos no con su futuro individual, sino con el legado político que la Presidenta Sheinbaum quiere construir.

La diferencia entre el lopezobradorismo y el claudismo no radica en la ruptura ideológica, sino en la forma de ejercer el poder. Mientras el primero apostaba por la polarización y la narrativa combativa como motor de transformación, el segundo busca legitimidad desde la eficacia, la institucionalidad, el respeto a la legalidad y una visión de Estado más mesurada. La Presidenta Sheinbaum no ha renegado de los principios fundacionales de la Cuarta Transformación, pero ha optado por adaptarlos al nuevo momento político, uno que exige gobernar más que resistir.

En ese sentido, el Claudismo representa una evolución del lopezobradorismo. No lo desconoce ni lo reemplaza, pero sí lo reinterpreta. No se trata de una corriente de ruptura, sino de una corriente de continuidad reformada. Una que entiende que el poder no se conserva solo con legitimidad electoral, sino con resultados tangibles y con una narrativa que deje de centrarse en los enemigos y comience a enfocarse en las soluciones.

Desde el inicio de su administración, la Presidenta ha entendido que los verdaderos peligros no están solo en la oposición tradicional, sino en su propia casa. Las intrigas palaciegas, los codazos internos, las filtraciones y los intentos de sabotaje provienen muchas veces de quienes sienten que el poder les pertenece por derecho histórico. Ante eso, la Presidenta Sheinbaum ha optado por no confrontar directamente, pero sí por consolidar su propia red de apoyo: un equipo que no solo defiende su investidura, sino que es capaz de articular políticamente sus decisiones sin necesidad de gritar en los medios.

El Claudismo, entonces, no es solo una corriente interna; es el andamiaje que sostiene a una Presidenta que llegó al poder en medio de enormes expectativas y con una responsabilidad mayúscula: mantener vivo un proyecto de transformación sin perder el control del partido que lo originó. Es la respuesta institucional a un entorno político feroz, la vacuna contra la fragmentación que ha destruido a otros movimientos progresistas en América Latina.

En política, muchas veces se gana más con el silencio que con el escándalo. La Presidenta Sheinbaum y su círculo cercano lo saben. Por eso el Claudismo avanza sin estridencias, sin rupturas dramáticas, pero con una claridad de propósito que lo convierte en el verdadero eje de gobernabilidad de este sexenio. Su éxito no dependerá de cuántas veces aparezca en las portadas, sino de cuán bien logre contener las presiones, ejecutar los programas y construir, en silencio, el legado de una Presidenta que quiere pasar a la historia sin gritar, pero transformando.

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