El Alcalde de Cuajimalpa demuestra que el liderazgo no se impone, se cultiva.
Por: La Palabra Política.
CDMX, 11 de noviembre del 2025.
Hay momentos en la política local donde, entre el ruido, los reflectores y el afán de protagonismo, surge una figura que decide caminar por una ruta distinta. No la del pleito fácil, no la de la guerra mediática, no la de la queja permanente. En Cuajimalpa, esa figura es el alcalde Carlos Orvañanos Rea, quien ha demostrado que gobernar no es gritar más fuerte, sino escuchar mejor. Que no se trata de ganar aplausos en redes sociales, sino de ganar respeto en las colonias.

Desde el primer día, Orvañanos entendió algo que para muchos políticos resulta difícil: la gobernanza se teje, no se impone. Se construye con manos, con oídos, con paciencia y con acuerdos. Ha sabido conversar con los vecinos, con las asociaciones civiles, con el sector empresarial, con líderes comunitarios, con grupos culturales y deportivos. Cada voz que tiene algo que aportar es tomada en cuenta. En su administración no existen ciudadanos de primera y de segunda; cada colonia tiene nombre y cada comunidad tiene historia. Ese es el sello de un gobierno que escucha antes de hablar.

Carlos Orvañanos ha ejercido su mandato en un contexto complejo. Heredó herramientas institucionales débiles, presupuestos reducidos y estructuras que venían con desgaste. Pudo haber elegido el camino fácil de la justificación. Pudo haber señalado al pasado. Pudo haber hecho de la denuncia su plataforma. Pero no lo hizo. Decidió trabajar. Y trabajar en silencio, con seriedad, con profesionalismo. Desde ahí se construyen los gobiernos que trascienden: desde la responsabilidad y la serenidad, no desde el enojo ni la estridencia.

A pesar de ser un alcalde de oposición, ha mantenido una relación institucional respetuosa, madura y funcional con la Jefa de Gobierno, Clara Brugada Molina. Porque entender la política es comprender que Cuajimalpa no se gobierna con discursos de división, sino con puentes. Que la ciudadanía no vive en la lógica del “ellos y nosotros”, sino en la realidad del agua, del pavimento, de la seguridad, del alumbrado y del bienestar diario. Orvañanos ha demostrado que se puede representar un proyecto político distinto sin convertir la institución en un ring y sin convertir el servicio público en un pleito ideológico interminable.

Ese es el rasgo que define su estilo: no gobierna para demostrar algo a su partido, ni para ganar aplausos instantáneos. Gobierna para servir. Y eso se nota en los resultados. En la mejora de los servicios, en el orden territorial, en la atención social, en la gestión ante el gobierno central, en la capacidad para sumar voluntades aun cuando el contexto presupuestal es limitado. Cuajimalpa no vive de promesas, y Orvañanos lo sabe. Por eso su administración se basa en hechos, en acciones concretas, en avances verificables.

Su liderazgo político no es de estridencia; es de carácter. No es de imposición; es de diálogo. No es de enojo; es de estrategia. En tiempos donde la política muchas veces se reduce a espectáculo, Carlos Orvañanos Rea ha elegido ser estadista local. Un alcalde que entiende que servir implica comprometerse con todos, hablar con respeto incluso con quienes piensan distinto y trabajar sin hacer del conflicto una bandera.

Cuajimalpa no solo tiene un gobierno que funciona. Tiene un gobierno que escucha, que suma, que construye y que da resultados. Y eso, en un país donde gobernar se vuelve muchas veces sinónimo de justificar, merece ser reconocido. Porque hoy, en la Alcaldía Cuajimalpa de Morelos, la política no divide: se coordina. No enfrenta: dialoga. Y no promete: cumple.


