Cuando la política se ejerce desde la convicción y no desde la ambición.
Por: La Palabra Política.
Cuauhtémoc, CDMX 28 mayo del 2025.
En medio de un escenario político cada vez más polarizado, donde los discursos suelen estar cargados de confrontación, imposición y rigidez ideológica, surge una figura que está rompiendo moldes y desafiando esquemas. Alessandra Rojo de la Vega, actual alcaldesa de la Delegación Cuauhtémoc en la Ciudad de México, se ha convertido en un símbolo de frescura, valentía y liderazgo auténtico. Sin aspavientos, sin populismo, sin repetir fórmulas viejas, está escribiendo una nueva historia política que vale la pena mirar con atención.

Desde que asumió la jefatura de una de las demarcaciones más complejas del país, Rojo de la Vega ha demostrado que gobernar con sensibilidad, firmeza y cercanía sí es posible. No llegó a improvisar, ni se dejó llevar por los reflectores de las redes. Llegó con una visión clara y con los pies bien puestos en la tierra. Lo ha dejado claro en sus primeros meses de gestión: su prioridad son las personas. Y eso se nota en las calles, en los parques, en los espacios públicos recuperados, en la atención que hoy reciben colonias históricamente olvidadas.

Proyectos como el Programa de Iluminación y Seguridad Comunitaria, la rehabilitación de espacios públicos para la infancia y la tercera edad, el fortalecimiento de los centros de atención a mujeres víctimas de violencia, y una política activa de transparencia y participación ciudadana, son ya una realidad en Cuauhtémoc. Además, ha sido promotora de acciones sustentables, como campañas de limpieza barrial, recuperación de áreas verdes y reciclaje, demostrando que el cuidado del entorno también es parte de la política social.

Pero más allá de los programas, lo que distingue a Alessandra es su estilo. Habla directo. Escucha. Se planta con decisión frente a los problemas. Y, sobre todo, gobierna desde una convicción profunda: que la política debe servir para mejorar la vida de las personas. Esa mezcla de juventud, energía, conocimiento y sensibilidad social ha generado una conexión real con los ciudadanos. La gente la ve caminar por las calles, sin escoltas ostentosos ni poses de poder. La gente la sigue porque confía, porque siente que por fin hay alguien al frente que entiende y actúa.

Derrotar a la maquinaria de MORENA no fue fácil. No solo venció en las urnas, también enfrentó una batalla jurídica férrea para defender su triunfo. Y lo logró con inteligencia, con temple, y con una visión más grande que los colores partidistas. Alessandra Rojo de la Vega, aunque emana del PRI, no se define por las siglas. Se define por su forma de ejercer el poder: con cercanía, con humanidad y con una claridad pocas veces vista en una política en ascenso.

Su llegada al poder local es apenas el primer paso. Alessandra está llamada a ser una de las voces femeninas más importantes de los próximos años en la política nacional. No solo por su carisma o su presencia en redes sociales, sino por su capacidad de conectar lo emocional con lo racional, lo social con lo institucional. Porque mientras otros buscan dividir, ella apuesta por construir. Mientras otros gritan, ella trabaja. Mientras otros se aferran al poder, ella lo utiliza como herramienta de cambio.

En un país que necesita reconciliarse con la política, donde la desconfianza y el hartazgo han tomado fuerza, liderazgos como el de Rojo de la Vega son un faro. Ella representa una nueva generación de políticos que no temen decir lo que piensan, pero que saben hacerlo con respeto y con fundamentos. Una mujer que no rehúye los desafíos, que no se deja intimidar, y que con cada paso demuestra que es posible gobernar con el corazón y con la razón.

Alessandra Rojo de la Vega ya levantó la mano. Ya está en acción. Y si algo ha dejado claro en estos meses como alcaldesa, es que no piensa ceder ni un centímetro en su compromiso con los ciudadanos. Su historia apenas comienza, pero ya inspira. Porque cuando la política se ejerce desde la convicción y no desde la ambición, cuando se prioriza el bienestar común sobre los intereses personales, entonces, sí, hay esperanza. Y esa esperanza hoy tiene nombre y rostro: el de una mujer joven, fuerte, valiente y decidida a transformar. El de Alessandra Rojo de la Vega.