Política

El Renacer del Comunismo Latinoamericano: México, la Nueva Semilla de la Revolución Socialista.

Fidel Castro murió, pero su doctrina no. Hugo Chávez fue sepultado, pero su retórica sigue gobernando. Hoy, López Obrador recoge ese testamento político

Por: La Palabra Política.
CDMX, 16 de octubre del 2025.

Hay ideas que parecen morir… hasta que un nuevo líder las revive. El comunismo latinoamericano, ese fantasma que muchos creyeron enterrado con la caída del muro de Berlín o con la última exhalación de Fidel Castro en La Habana, vuelve a respirar con fuerza. Pero no lo hace desde el Caribe ni desde los Andes. Hoy su pulso late, poderoso, en el corazón de México.

El Comandante Fidel Castro en sus visitas a México.

Sí, México. Ese país que durante décadas fue vitrina de capitalismo mezclado con desigualdad, de democracia con matices y de promesas rotas. Hoy, bajo la sombra política de Andrés Manuel López Obrador, la nación azteca se ha convertido en el nuevo epicentro de una ideología que parecía dormida, pero que en realidad aguardaba el momento oportuno para renacer.

El comunismo no llegó con tanques ni con fusiles, llegó con discurso, con carisma, con la idea de justicia social convertida en bandera y con un relato que mezcla nacionalismo, redención popular y confrontación abierta con las élites. López Obrador —como alguna vez lo hicieron Fidel Castro o Hugo Chávez— entendió que el poder real no sólo se conquista con votos, sino con narrativa. Y desde su llegada al poder, esa narrativa se transformó en un nuevo evangelio político.

Andrés Manuel López Obrador, ex presidente de México con el heredero político de Hugo Chávez en América, Nicolas Maduro, presidente de Venezuela

La semilla roja germina en el Palacio Nacional.

López Obrador no solo heredó el poder político del viejo sistema priista, sino también el discurso de los viejos caudillos revolucionarios. Su gobierno ha tomado el guion de Fidel Castro y Hugo Chávez, y lo ha reinterpretado con acento mexicano: una mezcla de populismo, polarización y culto a la figura del líder.

Desde el primer día, la narrativa fue clara: el pueblo contra los enemigos del pueblo. “Conmigo o contra mí.” Un lenguaje que suena familiar para quienes vivieron los regímenes de La Habana o Caracas.
La diferencia es que hoy el escenario es México, una nación con más de 130 millones de habitantes, con peso estratégico en el continente, con frontera directa con Estados Unidos… y con una influencia capaz de mover el tablero geopolítico de América Latina.

Andrés Manuel López Obrador, el heredero político e ideológico de Fidel Castro y de Hugo Chávez. El legado comunista sigue presente gracias al ex presidente de México.

La Cuarta Transformación: un socialismo a la mexicana.

El obradorismo no se autodenomina comunista, pero actúa como tal. Su bandera es la justicia social, pero su método es la concentración del poder.
Nacionalizaciones disfrazadas de “recuperaciones”, ataques sistemáticos a la prensa libre, desprecio a los contrapesos institucionales y una narrativa que demoniza al empresario, al opositor, al crítico.
¿No es ese el mismo libreto que siguió Hugo Chávez en sus primeros años?
Primero la promesa de redención del pueblo… después el control total del Estado.

El ex presidente venezolano, Hugo Chávez, con la nieta de Emiliano Zapata, Margarita, en la inauguración de una exposición dedicada al revolucionario mexicano en Caracas

El comunismo mexicano tiene un rostro amable, sonriente y paternalista. Pero detrás del “humanismo mexicano” se esconde un modelo que debilita a la democracia y fortalece el poder central.
No hay fusiles, pero sí micrófonos; no hay dictaduras militares, pero sí un ejército obediente al líder; no hay censura abierta, pero sí linchamientos mediáticos diarios desde el púlpito de las mañaneras.

De La Habana a Caracas, de Caracas a México.

La conexión no es simbólica: es ideológica y estratégica.
México ha abierto sus brazos —y su chequera— a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Mientras millones de mexicanos enfrentan pobreza, el gobierno presume su “solidaridad internacional” enviando petróleo, médicos y respaldo diplomático a los regímenes más cuestionados del continente.

El discurso de Fidel Castro revive en cada frase que promueve el “humanismo latinoamericano”, mientras el estilo de Hugo Chávez se refleja en la retórica incendiaria del poder mexicano: “el pueblo es sabio”, “los conservadores son el enemigo”, “la prensa miente”, “la oposición traiciona”.
No se trata de coincidencias retóricas, sino de una escuela política.

El nuevo eje rojo de América.

Hoy México se ha unido, por convicción o por diseño, al bloque ideológico de la izquierda radical latinoamericana.
Brasil, con Lula da Silva; Colombia, con Petro; Nicaragua, con Ortega; Venezuela, con Maduro; Cuba, con Díaz-Canel… y ahora México con López Obrador.
Un eje rojo que busca reconfigurar el poder en el continente, bajo el argumento de la soberanía, pero con prácticas que socavan la libertad y la democracia.

El comunismo no ha muerto. Cambió de rostro, se modernizó, aprendió a vestirse de democracia y hablar con lenguaje popular.
El verdadero desafío para México es que, mientras el mundo avanza hacia la innovación y la apertura, el país se aferra a los viejos dogmas del siglo XX, a las ideologías que fracasaron en economía, libertad y bienestar.

La herencia del comandante vive en Palacio Nacional.

El legado de Fidel Castro no está en los libros de historia. Está vivo, latiendo, respirando y hablando todas las mañanas desde el Palacio Nacional.
Hoy, México porta con orgullo la bandera que enarbolaron Fidel Castro y Hugo Chávez: la del poder perpetuo en nombre del pueblo.

El comunismo, renacido en versión mexicana, ha encontrado en la 4T su mejor disfraz: el de una “revolución democrática”.
Pero cuidado: detrás de las palabras de justicia se esconde una nueva forma de control.
Y como la historia nos ha enseñado una y otra vez… cuando un gobierno se siente dueño de la verdad, lo que sigue no es libertad, sino obediencia

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